Fernando Fernández |K. LUMPUR
Hace poco menos de un año, 358 días (51 semanas para ser más exactos), el circuito Ricardo Tormo era el marco de una batalla abierta. Tras una espectacular remontada, dándole la vuelta a los veintinueve puntos de renta que tenía Dovizioso (92 por 63) tras el Gran Premio de Francia (Le Mans), Lorenzo desaprovechó su primera pelota de partido en Estoril. Los nervios y un ambiente de euforia desmedida, con muchas cosas en el aire todavía, le llevaron a finalizar quinto en Portugal, lo que unido a la victoria de Andrea Dovizioso en el autódromo luso, daba más emoción si cabe a un Gran Premio de la Comunitat Valenciana que en el cuarto de litro recuperaba la emoción de 2003, cuando Poggiali dejó sin cetro a Rolfo.
Trece puntos separaban al mallorquín de la única Honda que había dado señales de vida (salvo el triunfo de Takahashi en Sachsenring). Un margen estrecho teniendo en cuenta que restaban veinticinco por repartir y una carrera es un universo abierto a todo tipo de sorpresas. Más cuando es la que cierra la temporada y está en juego el Campeonato. Los 276 puntos de Jorge no distaban mucho de los 263 de Dovi, aunque sabían a gloria tras la crisis que alcanzó su cenit en territorio galo, tras un fin de semana en el que el mallorquín acabó por los suelos en todas sus apariciones en pista. Por fortuna supo reconducir la situación y tener el triunfo en sus manos, dependiendo de él mismo.
Pero las dudas sembradas en Estoril y la regularidad de Dovizioso (más de una temporada completa puntuando de forma consecutiva), hacían que los interrogantes flotaran en el ambiente, aunque había un claro favorito para todos: Jorge Lorenzo. Y es que, una victoria del transalpino y un quinto puesto del balear llevaba el título a Forli. Todo lo que fuera sumar catorce puntos para que el por entonces 48, inclinaba la balanza del costado del gran dominador del primer tramo de competición.
Llegó el gran día, una fecha imprescindible para la historia del deporte balear. Ese 29 de octubre de 2006, Debón ejercía de tapón para un Dovizioso desquiciado por la falta de potencia y punta de velocidad de su Honda (había pedido más implicación de la fábrica nipona en los días previos a la carrera).
En esas, Lorenzo iba abriendo hueco. La táctica de equipo de Aprilia (las cinco primeras motos de carrera fueron suyas) surtió efecto y el balear del equipo Fortuna supo mantener el tipo y, pese a ser cuarto (De Angelis ganó su primer Gran Premio en 250), la séptima plaza de Andrea le permitía certificar su condición de campeón mundial con diecisiete puntos (289 por 272) de ventaja sobre el 34.
Casi un año después, Jorge sigue teniendo el Mundial en sus manos, pero Dovizioso ya depende de la providencia. No son trece, son cuarenta y cinco (casi el triple) los puntos de ventaja de Jorge, que se evitará el trago de tener que esperar hasta la última curva del Ricardo Tormo para confirmar lo que todos ya saben.
Este año, Valencia será un homenaje a un piloto que ha marcado una época, que echará el cierre en Cheste a un ciclo casi irrepetible para el motociclismo español en una cilindrada que con cracks del calado de Pedrosa, Lorenzo o Bautista ha sabido recuperar el terreno perdido tras un largo vacío en el que Toni Elías o Fonsi Nieto fueron los exponentes más notables. Aunque sin llegar a las cotas de Jorge.
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