El Telefónica Arena careció de la magia de hace dos temporadas. La que rescató al balear, que emergió en una excelsa remontada ante el croata Ivan Ljubicic para conquistar Madrid después de dar la vuelta a un partido imposible. Pero Nadal necesitaba ayer algo más que todo eso para batir a Nalbandián, un rival talentoso, al margen del protagonismo que acostumbra en este curso pero ávido de encontrar una respuesta positiva a su esfuerzo en un año que se acaba.
Nadal fue víctima de sus propios errores. Terminó el choque con 29 no forzados y sólo cuatro golpes ganadores. Nunca antes se le vio tan descentrado como lo estuvo frente al argentino por momentos. Presuroso por encontrar el punto de inflexión donde dar la vuelta al partido, padeció en cada uno de sus saques, siempre cuestionados.
La puesta en escena fue ficticia. Estimuló al público y situó por delante al balear. Un aliento efímero porque Nalbandián decidió exhibir ahora su mejor tenis. Se apuntó nueve juegos seguidos; es decir, se llevó por delante el set inicial y dejó enfilado el segundo.
Nadal probó de todo. Pero todo sin convicción. Perdió y Nalbandián avanzó a las semifinales
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