Jorge Lorenzo, disfrazado de boxeador, festeja su segundo título mundial. Foto: BAZUKI MOHAMAD

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Cual campeón del mundo de boxeo, Jorge Lorenzo retuvo en el decimoséptimo asalto del curso la corona de los 250 centímetros cúbicos y ya puede presumir de ser bicampeón. Y eso a falta de la última manga (Cheste) y después de firmar una carrera intensa, en la que salió a por la victoria para dar caza en la estadística a Katoh, y pudo haber acabado por los suelos después del latigazo con el que su Aprilia le castigó en la recta final de un Gran Premio de Malasia que ha entrado por la puerta grande en los anales del deporte balear.

El piloto mallorquín hizo valer la lógica. Le valía con sumar cinco puntos en Sepang (ser undécimo), o hacerlo en dos pruebas, pero apenas se bajó de las plazas del podio durante los casi tres cuartos de hora de carrera. Sólo Dovizioso podía frustrar el gran día del alumno aventajado de Dani Amatriaín, pero Mika Kallio dejó liquidado el Mundial llevándose por delante al italiano (que luchaba al menos por el triunfo en Sepang) a poco más de una vuelta para el banderazo a cuadros.

No sumo cinco, sino dieciséis puntos (ya tiene 303), y eso permite a Jorge golpear de lleno en la historia y codearse con los más grandes del motociclismo español: Àngel Nieto, Àlex Crivillé, Sito Pons y Dani Pedrosa. Sólo el segundo ha logrado llegar a lo más alto en la categoría reina, y el balear se une a la nómina de aspirantes al cetro de MotoGP.

La carrera fue vibrante. A Lorenzo se le fue la tracción trasera y por poco no acaba por los suelos. Dovizioso fue derribado por Kallio. Aoyama cruzó primero por delante de Barberá y de un Jorge más pendiente de celebrar su nueva gesta que del resultado, que le consolida como el más regular. Y por cosiguiente, como el campeón del mundo por segundo año consecutivo. El madrugón en España había valido la pena.

Enseguida se puso la maquinaria en marcha y entre Pere Gurt y Juan Llansá lo pusieron todo a punto para recibir a pie de podio a un exultante campeón. Aparcó su Aprilia y explotó de alegría. Se enfundó unos guantes de boxeo, una bata y lució un cinturón de campeón flanqueado por la bandera española con el que rendía su particular tributo a su personaje de ficción preferido, Rocky Balboa, agradeciendo simbólicamente la aportación de esta saga de filmes a su trayectoria deportiva. «Esto es Rocky VII», bromeaba, a la vez que agradecía a Pere Gurt su implicación a la hora de preparar esta celebración tan señalada y confesaba que en sus horas más bajas, la saga sobre el boxeador se había convertido en una de sus mejores formas de evasión. «Las he visto todas, pero en especial, me gusta la tercera», apuntó el nuevo icono del motociclismo español. Después, ya vendrán palabras mayores: MotoGP.