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MIquel Alzamora/Guillermo Ortego El Athletic Club de Bilbao puede presumir de ser uno de los tres equipos de la Liga española, junto a Real Madrid y Barcelona, que nunca ha bajado a Segunda División. Y lo ha conseguido llevando a la práctica durante sus ciento nueve años de hitoria su filosofía, que no es otra que apostar por los jugadores de la tierra para confeccionar una plantilla en la que no hay cabida para los extranjeros.

Mallorca, salvando las distancias entre uno y otro equipo, también cuenta con su propia versión del histórico conjunto rojiblanco, el Club Deportivo Artà, un equipo que compite en la Tercera División balear y que está formado íntegramente por jugadores de la localidad y una de las pocas plantillas de la categoría, sino la única, que no cobra por jugar si no que lo hace por amor al arte y al fútbol.

Este año, coincidiendo con el regreso del conjunto a Tercera, se cumplen veinticinco años de su última participación en la categoría, en la que esperan permanecer el mayor número de años posible, aunque son conscientes de las dificultades que ello conlleva y que el simple hecho de jugar esta temporada en esta categoría frente a equipos tan poderosos tanto económica como deportivamente como son el Atlètic Balears, el Constància, la Peña Deportiva o el Mallorca B ya es un premio para ellos.

El ascenso de la temporada pasada a finales de junio no fue fruto de la casualidad sino el resultado de un trabajo bien hecho a lo largo de los años y a la confianza depositada por parte de la directiva en el entrenador y en unos mismos jugadores, ya que en las últimas cuatro temporadas llegaron a disputar la fase de ascenso hasta en tres ocasiones. La prueba más evidente de la confianza depositada en los jugadores que lograron la hazaña es el hecho que esta temporada, como premio al ascenso, son ellos los responsables de llevar la nave a buen puerto, con la única incorporación de algunos jugadores de Artà que jugaban en