Juan Arango y Fernando Varela festejan el segundo gol del Mallorca, anoche en el ONO Estadi. Foto: DANI CARDONA

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El Mallorca, al menos en su versión más actual, tiene estas cosas. Tiende a deprimirse con facilidad y le cuesta volver a su estado de ánimo de original, pero cuando lo hace es capaz de arrasar con todo lo que tiene delante. Da igual quien sea su enemigo, su talla, o su procedencia. El Madrid ha vuelto a comprobarlo, pero ayer salió con vida de Son Moix y promete venganza. Es la magia de la Copa (2-1).

El primer tiempo fue un monólogo del Mallorca que no llegó a calar en el marcador. Aunque Manzano y Schuster habían apostado por modelos muy diferentes, el jienense le aplicó a los suyos una inyección de carácter y tras sacudirse la claustrofóbica presión inicial de los blancos, el equipo desplegó las velas. Tardó casi diez minutos en hacerlo, pero valió la pena. Trejo, que ya ha perdido esa inocencia con la que se movía en sus inicios, fue el primero en ponerse a los mandos y obligó a la defensa blanca a dar un paso atrás, a acomodarse tras la trinchera. En ese trance, a Miguel Torres le temblaron las piernas y le regaló un balón a Víctor que el canterano desperdició lanzando al muñeco. El partido entraba en su fase más frenética y los baleares prolongaron el bombardeo por medio de Borja Valero y Varela, que se quedó a unos centímetros de perforar otra vez las redes madridistas. La fiesta estaba tan animada que hasta Fernando Navarro se atrevió a salir a la pista con un hachazo que Dudek mandó tras la línea de fondo. Era la antesala del tanto, que llegó unos segundos más tarde. El ultramotivado Borja Valero ejecutó el saque de esquina al más puro estilo Ibagaza y Trejo, después de acomodar el balón con el pecho en la soledad del área, marcó con la izquierda y puso boca abajo el ONO Estadi (minuto 22).

El Mallorca se había quitado el disfraz que llevaba puesto desde el pasado mes de noviembre y mientras el fuego de la alegría empezaba a correr por las gradas, apareció Higuaín para extinguirlo de forma cruel. Eso sí, lo hizo con un exquisito tanto de videoteca. Aprovechó un mal rechace de Ramis y se inventó un disparo estratosférico que de camino a la portería se convirtió en el gol de la semana. Un lujazo para la vista.

Lejos de encogerse, el Mallorca se fue enrabietando y a diferencia de lo que hizo el pasado sábado ante el Barcelona, se fue a por Dudek sin pensar que todavía le quedaban casi tres horas de eliminatoria. Su descaro merecía un premio, y si no lo tuvo fue por culpa de Delgado Ferreiro, uno de los árbitros más lamentables que han pasado en los últimos tiempos por Palma, que ya es decir. Para empezar, se comió un penalti sideral del portero merengue sobre Trejo. La falta fue mayúscula, escandalosa. De hecho, el argentino tuvo que ser sustituido poco después. Pero hubo más. Antes de que la grada archivara la jugada, el colegiado se tragó una falta enorme de Míchel sobre Valero que volvió a levantar polvo.

En el segundo tiempo la cita se superó. El Mallorca aceleró y al Madrid no le quedó más remedio que ir a su caza. Sobre todo después de que Arango (el venezolano se crece cuando tiene delante al Madrid) sorprendiera a Dudek con un tiro blando en apariencia y corrosivo en su contenido.

Schuster reaccionó apartando de la arena a Raúl y Sneijder (llevaban toda la noche en el anonimato) y se buscó la chispa de Saviola y Balboa, pero la bomba le estalló en las manos. El conejo desperdició el empate un minuto después de pisar el campo y el canterano aguantó diez minutos antes de irse lesionado. Mientras tanto, Manzano respondía con más dinamita. Los blancos apenas podían respirar, aunque resistieron y aplazaron el desenlace. Da igual. El sueño está más vivo que nunca. ¿Quién dijo miedo?