Ariel Ibagaza festeja el gol del pasado miércoles al Getafe. Foto: MONSERRAT

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Carlos Montes de Oca

Con la Copa enterrada en el baúl de las decepciones y la renovación de Gregorio Manzano recién salida del horno, el Mallorca se detiene hoy en una estación que puede marcar el resto de su viaje por la Liga. El torneo de la regularidad se ha convertido ya en la única ruta en el libro de bitácora de un grupo que necesita asomar la cabeza a la superficie. Para mirar definitivamente hacia arriba -cuatro puntos le separan del descenso-, el equipo isleño (13º, 26 puntos) visita a un rival instalado en la Liga de Campeones (3º, 38 puntos) y en un escenario del que ha salido con la cabeza baja en las tres últimas temporadas. (El Madrigal, 17.00 horas. PPV)

El Mallorca necesita una inyección de moral para reanimarse y levantar la cabeza. Después de una semana marcada por la eliminación de los cuartos de final del torneo del K.O. ante el Getafe -después de encajar el tercer gol consecutivo a balón parado-, el caso Jonás o la fuga de Víctor a la Real Sociedad, las huestes de Manzano afrontan un nuevo capítulo de la rutina liguera con la obligación de taponar alguna de las numerosas grietas que se han abierto últimamente a su alrededor. Sobre todo en las acciones de estrategia del rival.

El cuadro balear visita la base de operaciones de un Villarreal que ya se ha convertido en un nuevo rico. Con un fútbol dinámico y vertical, el grupo de Pellegrini es el único capaz de desafiar la tiranía de los grandes.

Apoyado en el magnífico momento del portero Diego López y de la dúpla Rossi-Nihat (20 goles entre ambos), el submarino amarillo afronta el envite con la moral agrietada y con cicatrices de las últimas refriegas. El pasado domingo cayó con la cabeza alta en el Bernabéu, en un partido enorme. Y el jueves, un gol en fuera de juego de Henry le apartó bruscamente de la Copa del Rey.

El conjunto isleño lleva ya mucho tiempo anclado en la irregularidad y aunque por momentos ha exhibido esa capacidad de reacción que habitualmente se le niega, continúa siendo un bloque muy intermitente. A su arrebato de orgullo en casa ante el Atlético, le sucedió una función llena de conformismo frente al Getafe.