Rudy Fernández y Pablo Prigioni saltaron a la cancha con la opción de convertirse en el primer jugador que gana dos títulos de MVP en la Copa del Rey. Pero el Tau y el DKV Joventut salieron a apurar cualquier opción, a mirar hasta el más mínimo detalle, a jugar cuarenta minutos de pizarra. De eso no se salvan ni los grandes, ni los más grandes, ni siquiera lo genios, ni Ricky Rubio, que es la quinta esencia de este juego. Qué placer ver al joven verdinegro. Incluso en días de final, días de esos que los entrenadores procuran cronometrar desde el almuerzo hasta el podio, días de preocupación para los técnicos, aunque menos para el croata Neven Spahija de acuerdo a la estadística, ya que los vascos comparecieron con tres títulos en ocho años y pendientes de sumar el cuarto en el mismo plazo.
El Joventut salió con los cinco sentidos puestos sobre el juego. El pívot alemán Jan Hendrik Jagla lanzó a los verdinegros con dos triples madrugadores, pero los estadounidenses Pete Mickeal y Will McDonald abrieron un pozo debajo del aro badalonés. A los diecisiete minutos, el Tau ganaba por doce puntos (28-16).
Y eso, pese a que una falta y una técnica sobre Mickeal dieron Rudy Fernández cuatro tiros libres que, aparte de aprovecharlos agrandó con una cesta después de sacar de banda (28-28). Esa secuencia dio un nuevo aire al Joventut, que salió indemne del primer tiempo aunque firmase un desesperante tres de dieciséis en triples. El diez de doce en tiros libres le dejó margen para no acusarlo tanto (33-30 m.20).
El Tau iba a otras cosas. Los vitorianos se pusieron los ropajes de las grandes ocasiones, la careta de las finales, el gesto de los clubes que saben cuáles son las tardes en las que no se puede fallar, en las que nadie tiene derecho a los artificios.
Jugó con los argumentos que mejor le venían. Los buscó y los explotó sin miramientos de principio a fin. Mickeal, McDonald, el serbio Igor Rakocevic y el hispano-brasileño Tiago Splitter adoptaron las funciones de un martillo pilón.
Cuando el Tau golpeaba, ellos impactaban en el yunque. A los vascos todo les resultaba más fácil, aunque sólo fuera por el hecho de jugar en casa. Pero al Joventut tampoco le venía mal ese papel de víctima cantada. El primer intento de escapada serio por parte de los alaveses (47-41) murió contra el muro de talento que Rudy Fernández levanta cada vez que pisa una cancha de baloncesto. Una técnica por hablar más de la cuenta sobre Pete Mickeal permitió al internacional español y al Joventut vadear un momento especialmente delicado a los dieciocho minutos (de 30-22 a 30-28).
El Tau amenazaba con desaparecer en el horizonte. Algo que habría ocurrido antes o después de no ser por la concentración colectiva de la 'Penya' y por la calidad de Rudy Fernández (veintidós puntos en 30 minutos). La cuestión es que el Tau vive para días y partidos como estos. O que el Joventut también ha forjado una leyenda de canastas y talento en tardes como la de Vitoria.
De esa forma, y tras treinta minutos de tranquilidad y confianza absoluta en el triunfo por parte local, el marcador anunciaba a bombo y platillo que la 'Penya', que Ricky Rubio y Rudy, que Pau Ribas, que Eduardo Hernández Sonseca y la fabrica de jugadores de Badalona, todavía podían dar la campanada.
El punto número veinticinco en la cuenta del Rudy Fernández enfrió el optimismo del Buesa Arena, aunque no cogió por sorpresa al Tau lógicamente. El Tau salió a jugar una final y a esa labor aplicó todos los sentidos. Mucho más consciente del peligro que entrañaba el Joventut que sus aficionados y que el ambiente generalizado de la Copa (60-58).
El estadounidense Demond Mallet refrescó las ideas a los despistados (62-61 m.34). El rumor procedente de la grada cambió de escala. Las palmas de celebración dieron paso a los pitos de angustia cuando los verdinegros manejaban el balón. La cuarta de Mickeal, aunque la ventaja era 'local' (62-61), incrementó los tics nerviosos de una afición ávida de celebrar algo con los suyos, de dejar atrás unas cuantas fases finales sin premio. Ya quisieran muchos poder contar esa aventura de finales. El Tau quiere contarla de finales y de títulos. Por eso había una especial ilusión en los vitorianos, anfitriones del evento.
La Falta de Mickeal proporcionó tres tiros libres a Rudy Fernández. Clavó todos. 62-64 a poco más de cinco minutos para la bocina y las ilusiones vascas en la cuerda floja. Las esperanzas badaloneses también pesaban. El Joventut, nadie puede olvidarlo, es un clásico, una referencia, algo así como una casa común del baloncesto de todos, da igual el equipo al que uno dedique el corazón. El Joventut vive en el interior de todos los amantes del baloncesto.
El bosnio Mirza Teletovic obvió la comunión entre el Joventut y los aficionados al baloncesto. A él le importaba el Tau. Y bien que lo defendió. El ala-pívot transformó ocho puntos seguidos y volteó el resultado. La final era perfecta. Tenía todo lo que se le puede pedir a un deporte mágico como este. Emoción, buen baloncesto, respeto entre los equipos y las aficiones, juego limpio y dos grupos de doce ganadores en pos del éxito. Dos minutos y medio por delante de la bocina había sueños para todos (74-74). Los errores iban a tener la última palabra. O mejor dicho, los aciertos. Una constante en el noche vitoriana de Rudy, que puso la Copa en las yemas de los dedos de la Penya (74-78 a 1:34).
En vena de aciertos volaba Teletovic. Alargó su final de partido con otro triple más (once puntos de corrido) y la existencia del Tau (77-78), pero Ricky Rubio, hecho de la pasta que distingue a los grandes, no tuvo problemas para anotar dos tiros libres a 27 segundos de la conclusión. A sus 17 años los lanzó con la tranquilidad de un veterano curtido en mil batallas. Debe ser algo relacionado con el talento. El trabajo lo acabó Mallet desde la línea de libres. 'Ave Rudy. Ave Joventut'. Gracias Tau. Si pudiera haber dos campeones...
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