Ballesteros, Arango y Scaloni entran a rematar un balón en un entrenamiento de esta semana. Foto: MONSERRAT

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encer y fijar la vista en el horizonte, o perder y agachar la cabeza. El Mallorca, que visita esta tarde el domicilio del Valladolid, vuelve a estar frente a un encrucijada de caminos y a debatirse entre dos metas situadas a alturas muy diferentes. Volver a casa con la victoria equivale a seguir soñando, pero un patinazo podría arrastrarle de nuevo a las puertas del incendio. La tecera vía, la del empate, lo dejaría todo en el aire y mantendría el suspense, aunque no ayudaría a avanzar lo más mínimo (Nuevo José Zorrilla, PPV, 17.00 horas).

El Mallorca lleva algo más de un mes protegido por un coraza. Le cuesta ganar y no se mueve con la soltura que le distinguía del resto a principio de temporada, pero al mismo tiempo se ha transformado en un rival de granito, molesto e incómodo. Ha salido airoso de sus cinco últimos combates y desde que el Barça le envió a la lona el pasado 5 de enero, nadie ha vuelto a tumbarle. También es verdad que en todo ese tiempo sólo ha ganado un partido, pero al menos ha cerrado la puerta por la que se escapaba el calor acumulado durante el inicio de curso. Pese a todo, ahondará en la jornada de hoy con cierto malestar. La semana pasada su fútbol se atascó sin remedio ante el Almería y se llevó la primera gran bronca del ONO Estadi. Un gesto que ha hecho reflexionar a la plantilla y que le obliga a reaccionar de inmediato. Otro dato que conviene actualizar es el que dice que el Mallorca no gana lejos de su morada desde el 24 de noviembre. De eso han pasado ya casi tres meses...

Examen
El examen de hoy está cargado de preguntas trampa. Sobre el papel, el encargado de chequear sus argumentos será un equipo moralmente destrozado. El Valladolid, que transitaba entre la calma del campeonato, salió escaldado del Santiago Bernabéu (7-0) y tiene el orgullo por los suelos. Necesita borrar esa historia de su disco duro antes de que empiece a enquistarse y saldrá a morder al Real Mallorca desde el primer minuto. Los baleares, que harán todo lo posible para aprovechar el estrés y la presión de los pucelanos, intentarán adelantarse para llevar el partido a su terreno y moldearlo a su antojo.

Manzano lo tiene claro y sabe que manteniendo su libro de estilo puede rascar algo del estadio vallisoletano. Conservará sobre el campo el 4-4-2 e irá a por el resultado sin especular demasiado, al menos en la teoría. Así lo anunció en la antesala de choque y así debería llevarlo a la práctica, aunque lo único seguro es que mantendrá el sistema de seguridad en bloque (Moyà, con Scaloni, Ramis, Nunes y Fernando Navarro por delante) y que de medio campo hacia adelante se apoyará en alguna de sus múltiples opciones. Ha recuperado a Pereyra para que vuelva a ejercer de escudero de Ibagaza y tanto Jonás como Varela le aseguran la profundidad en los costados. Arriba, hay sitio para Arango y Güiza, que durante la semana ha recibido los mimos del técnico, pero Trejo estará a la expectativa. En el caso del jerezano, atraviesa por un pequeño periodo de sequía que podría reflejarse en su autoestima después de hilvanar tres funciones en blanco.