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Miquel Alzamora/Tolo Jaume Un boquete de reducido diámetro es ahora la puerta de entrada al Lluís Sitjar. Situado en las inmediaciones de lo que era la tribuna de sol, sin mucho esfuerzo es fácil acceder a él y adentrarse en el interior del que fue uno de los míticos estadios de Primera División.

Cuando uno entra se encuentra un panorama desolador. Muros destrozados, animales muertos, suciedad, jóvenes consumiendo sustancias estupefacientes, curiosos y cientos de matorrales y malas hierbas que han ganado terreno en todos y cada uno de los rincones del estadio. Inaugurado el 20 de mayo de 1945, se encamina hacia su 63 aniversario y envejece como no se merece un recinto que está ligado de forma ineludible a la historia del Real Mallorca. Convertido en un pozo de suciedad, los cientos de miles de aficionados que han ido pasando por sus gradas durante estos más de 60 años asisten incrédulos a la ceremonia de la confusión en la que se ha convertido este conflicto. Enfrentados como nunca los copropietarios de vetusto campo y el consejo de administración del Real Mallorca, el campo parece no tener dueño, porque nadie se ocupa de él. Lo dejó el Mallorca a finales de la pasada temporada. Depositó las llaves en un despacho notarial y los copropietarios no las recogieron. «Si el Mallorca deja el campo tenemos que ver cómo lo deja, en qué condiciones, cómo se mantiene y si debe o no haber seguridad», explicaba el presidente de los copropietarios, Joan Aguiló. Pero el Mallorca decidió marcharse. Tras intentar sin conseguirlo ser admitido en la directiva que forman los copropietarios, el club decidió abandonar el campo que fue su casa. De eso hace ya casi nueve meses y las consecuencias se están notando. Sólo el esperpento parece haber motivado que las partes implicadas intenten poner fin a una situación que empaña la imagen de Palma. El estadio es propiedad de los dueños de 666 títulos de copropiedad de los cuales el Mallorca tiene en poder 200. El resto, salvo algunos de los cuales se desconoce su paradero, están en poder de los copropietarios. El presidente del Mallorca, Vicenç Grande, valoró dos ideas iniciales: una, reformar el estadio para que el Mallorca regresara a Es Fortí y otra ceder parte de los 27.000 metros cuadrados a cambio de una recalificación que permitiera al club acceder a nuevas vías de financiación. Cabe recordar que la zona del viejo Sitjar está enclavada en plena 'Falca verda' que ya se ha empezado a construir. De momento no hay solución al conflicto y el Ajuntament insta a las partes implicadas a llegar a un acuerdo. Sin embargo, si éste problema sigue sin resolverse, será imprescindible que el consistorio tome cartas en el asunto, ya que el recinto actualmente es uno de los espacios preferidos de 'okupas' que por ahí campan a sus anchas sin ningún tipo de vigilancia ni control. Por ahora los vecinos de Es Fortí no han expresado queja alguna. Al menos así lo reconoció el presidente de la asociación de vecinos de esta barriada, Gabriel Figueroa. «Por ahora no he recibido ninguna queja, ningún vecino me ha trasladado su preocupación ni tampoco sé de ninguna denuncia», manifestaba el presidente de la zona de influencia del estadio Lluís Sitjar. «Es una lástima», decía una de las vecinas de los edificios situados tras el fondo sur. «Por aquí no ha habido ningún control desde que el pasado verano se cerró el campo», comentaba. El Lluís Sitjar es la 'zona cero' de una ciudad que tenía en su campo de fútbol a uno de sus lugares emblemáticos. Era el símbolo del mallorquinismo y no se merece este final.