Además, el arquero adornó la victoria con un tanto que le reafirma como el animador del epílogo más insulso de los últimos años y el equipo, poco a poco, se asienta en el pelotón de cabeza. A estas alturas, tampoco se puede pedir mucho más (3-1).
La falta de tensión era la mayor amenaza, aunque no apenas llegó a mostrarse. Sobre todo, porque el Mallorca no se arrugó y porque el Racing se hartó a poner zancadillas desde el principio. El conjunto cántabro, que aterrizaba en Son Moix dispuesto a prolongar el sueño más grande en sus casi cien años de historia, apostó por atar de pies y manos al once balear, que en su intento de dirigir la iniciativa se estrellaba una y otra vez contra el muro que había instalado la sala de máquinas. El resultado fue un primer tiempo plano, plomizo y decepcionante, salpicado únicamente por un puñado de acciones que acabaron desarrollándose cerca de las porterías. De hecho, el Mallorca no tuvo opciones de sacar la pólvora del cajón y se limitó a zafarse, a nadar contra la corriente. Su mejor ocasión pasó junto a la cabeza de Borja tras un gran proyección de Fernando Navarro, pero el ex madridista la malgastó lanzándola al cielo. El Racing, en cambio, llegó con cierta frecuencia a los alrededores de Moyà, pero eso no le salvó de firmar una actuación decepcionante porque cuando lo hizo, fue por medio de impulsos. Algún que otro disparo teledirigido por Jorge López y la desconcertante movilidad de Munitis. Nada más.
El segundo tiempo fue otra película. Ninguno de los dos entrenadores quiso tocar nada y tanto uno como otro regresaron a la arena con el mismo traje que al principio. Sin embargo, Borja cogió los mandos y le dio la vuelta al calcetín cuando los cántabros seguían disfrutando de la siesta. Se dejó caer a la orilla izquierda aprovechando la resaca de una acción a balón parado y con todo el tiempo del mundo acomodó el cuerpo para regalarle a Nunes su segundo gol de la temporada. Eso sí, el portugués tuvo que trabajárselo. Se alzó entre el bosque de defensas que le presionaba y cruzó la trayectoria de la bola para mandarla donde Toño menos sospechaba. Un remate exquisito para un gol excelente (minuto 48).
Después de que el marcador entrara en movimiento, el Racing tiró a la basura el guión sobre el que reposaba, se destapó y cargó su mochila de veneno sin reparar en las posibles consecuencias. Al Mallorca se la abrió por completo el camino y de no ser por la nobleza de Güiza y la mala puntería de Varela, el partido se hubiera acabado mucho antes. El de Dos Hermanas perdonó el 2-0 después de un buen pase de Webó que no quiso ejecutar el jerezano y diez minutos más tarde calcó el defectuoso disparo tras combinar con el pichichi nacional, que se mostró excesivamente sociable cada vez que se sumergía en el área. Parecía que el conjunto local había cubierto el cupo de ocasiones desperdiciadas y que acabaría pasando por caja, tal y como intentó argumentar a continuación el propio Racing. Sin nada que perder, los de Marcelino subieron una marcha y apretaron los dientes, en un gesto a la desesperada que estuvo a punto de repotarle grandes dividendos. Primero, Smolarek le robó la cartera a David Navarro para meterle el miedo en el cuerpo a la grada y sin tiempo para digerir el susto, lanzó otro cuchillo afilado que no se clavó en el cuerpo de los isleños por unos centímetros. El proyectil, que llevaba la marca de Jonathan Valle, fue repelido por Moyà (minuto 79) y agotó por completo el crédito a los montañeses, que se dejaron llevar por la marea.
El combate se adentraba en la tanda de asaltos definitiva y apareció Trejo, que había vuelto a pisar el césped segundos antes para relevar a Pierre Webó. Gonzalo Colsa se la jugó al buscar la complicidad de su portero y Toño, que no contaba con la persistente fe del Chocota, se equivocó. El meta despejó como pudo, que fue mal, y el esférico se marchó lentamente hacia la red tras impactar en el argentino (minuto 81).
A excepción de la diana de Güiza, todo parecía arreglado. La victoria estaba bajo la manta y el promedio goleador seguía creciendo en dirección al récord. Pero el Racing se resistía a morir y respondió con un tímido coletazo que habilitó el Mallorca. Tchité forzó al máximo una de sus carreras y besó el suelo después de que David Navarro le desequilibrara. Aldo Duscher sacó el manual del lanzador de penaltis y rescató el suspense (minuto 85).
El cierre se fue aplazando porque el Racing volvió al cuadrilátero con la intención de rebañar sus opciones. Lo hizo sin contar con Güiza, que llevaba toda la tarde esperando el turno como el último de la fila. El jerezano se camufló entre la retaguardia santanderina, acogió un ajustado balón en profundidad de Jonás y cuando estuvo ante los ojos de Toño no perdonó. Cruzó el balón con frialdad y le dedicó al ONO Estadi la última bala de una colección que parece no acabar nunca. Luis Fabiano está a tiro de piedra y los nuevos objetivos que había subrayado Manzano también. Si la Liga fuera un poco más larga...
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