Los jugadores del Mallorca festejan un tanto de Güiza. Foto: RICARDO ORDOÑEZ

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El Mallorca está saboreando los últimos instantes de un futbolista enorme, de un jugador extraordinario que está pulverizando todos los registros. Parece que no está, que la guerra no va con él, que deambula por el césped...Pero cuando huele el balón, se transforma. No necesita participar en el juego para matar al enemigo. Ahora un disparo con la izquierda; después un cabezazo a media altura. Ambos, en las narices del adversario. Así de sencillo. Así de fácil. Responde al nombre de Daniel Güiza y ayer silenció un San Mamés abarrotado para impulsar al grupo balear hasta su tercera victoria consecutiva, la cota de los 50 puntos e igualar el histórico registro goleador de hace ya ocho compañas (61 goles). El equipo, además, afronta los tres últimos episodios de la Liga en la séptima plaza a cinco puntos de la UEFA, una posibilidad que se antoja utópica pero que, viendo la velocidad de crucero del bloque, nadie descarta (1-2).

El partido arrancó con una soltura sorprendente y dos goles en las primeras llegadas. Sin la presión clasificatoria, con las piernas sueltas y la mente despejada, el primer acto ofreció detalles interesantes para el cuaderno de bitácora. Sobre todo del bando bermellón, que hizo méritos para marcharse al descanso con los deberes hechos.

El Mallorca golpeó primero. Arango, incrustado en la derecha, miró su brújula y telegrafió una asistencia perfecta para Güiza. El jerezano 'pinchó' el balón con la diestra en las narices del homenajeado Gurpegi y fusiló a Armando con la izquierda. Un lujo para su gol número 23 (min. 2). El tanto facilitó enormemente el guión que había entregado el técnico en las entrañas de San Mamés y asustó al Athletic.

Perdido durante todo el primer acto, el grupo de Caparrós se olvidó de peloteros como Yeste o Javi Martínez y lo rifó todo al fútbol directo y a la testa de Llorente. Como el gol no podía llegar a través del juego combinativo, el conjunto vasco recurrió a las acciones a balón parado. Fue su única fórmula para resquebrajar la zaga mallorquinista, que pecó de inocencia en el juego aéreo. El Athletic igualó sin merecerlo. Susaeta templó el cuero desde la esquina y Llorente, anticipándose a David Navarro y a Moyà, metió su testa para sellar el empate y levantar las gradas (min. 8). El binissalemer no atacó al balón con la contundencia que se le exige en área pequeña y se quedó a media salida, dos errores que se pagan caro ante un 'chicarrón' de 1'95.

Pero el grupo isleño no pareció notar las consecuencias de ese inesperado bofetón y se mantuvo fiel a su estilo. Los diálogos con el balón eran constantes y la movilidad de Webó y Güiza desquiciaban a la zaga local.

Con nervios y los cinco sentidos sobre el césped, el Mallorca se fue adueñando del campo y del balón para amasar un puñado de ocasiones, una catarata de oportunidades que no concretó por su falta de puntería o por las manos de Armando. Fue el portero bilbaíno quien evitó el 1-2 a la media hora. Webó, que se rebeló como algo más que un rematador, protagonizó una gran jugada por la derecha, centró y Güiza metió la testa para que el meta del Athletic se luciera con una parada de mérito. Antes lo habían probado Fernando Navarro; el propio Güiza en una acción calcada al primer gol; y Arango con dos chuts. Webó cerró su buen primer tiempo con un testarazo que rozó el larguero en una jugada que había iniciado él mismo y que tuvo continuidad en un buen centro de Molinero, que suplió con nota su examen en 'La Catedral'.

El Athletic sólo dio señales de vida en un disparo de Susaeta que Moyà despejó con apuros y en dos faltas laterales botadas por Yeste desde la izquierda. En la primera, Llorente remató fuera a bocajarro y sin marcaje en el segundo palo. En la segunda puso en apuros otra vez a Moyà para cerrar una primera parte intensa.

El segundo acto amaneció más plomizo y el primer cuarto de hora se transformó en una sucesión de pases al contrario. Caparrós metió a Etxeberria para que alguien aprovechara los balones que amortiguaba Llorente. Manzano, en cambio, optó por recuperar el timón perdido con la entrada de Ibagaza por Webó, que completó una hora sin apenas fisuras.

La presencia del 'Caño' le dio el aire que necesitaba para respirar a pleno pulmón y el Mallorca convirtió a Armando en el mejor de su equipo. El grupo balear cocinó a fuego lento el 1-2. Primero con un centro chut de Arango que despejó Armando; en ese córner, en una volea lejada de Varela que el portero bilbaino frustró con un paradón de mérito. Y, en la tercera ocasión consecutiva, se rompió el cantaro. Ibagaza templó desde la esquina, Borja Valero prolongó en el primer palo y Güiza, a medio metro de la puerta y agachándose, metió su cabeza para seguir ampliando su leyenda y sus goles. (min. 70)
El Mallorca contuvo bien las acometidas del Athletic, que dio el susto en el minuto 95, en una falta, un balón peinado por Llorente, unas manos blandas de Moyà y un disparo a las nubes. Al final, el grupo balear alzó los brazos y los bilbainos agacharon la cabeza. Los baleares siguen atacando de cerca a la sexta posición. Ahí está el Sevilla, que ayer también ganó, pero los de Manzano quieren seguir con opciones hasta el final. Para que esto suceda, no puede fallar el próximo miércoles ante Osasuna.