Webó es felicitado por Molinero, Nunes, Basinas y Fernando Navarro tras su gol anotado ayer ante el Zaragoza. Foto: MONSERRAT

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Nadar, nadar y nadar, para acabar muriendo en la orilla. Así de duro. Así de cruel. El Mallorca apuró el sueño, hizo los deberes y pasó casi toda la tarde acostado sobre el colchón de la UEFA, pero se despertó sobresaltado a seis minutos del final, a un mísero punto del Racing. El equipo de Manzano dependía en todo momento de lo que ocurriera en El Sardinero y acabó pagando entre lágrimas un peaje que hubiera asumido sin rechistar hace meses, pero con el que nadie contaba a la hora de cuadrar el balance. En cualquier caso, las competiciones europeas se diluyeron en otra fase del campeonato. Quizá entre aquella montaña de empates del principio de la segunda vuelta, quizá entre esa ristra de errores arbitrales de la que siempre receló el grupo isleño. Da igual. No hay premio, aunque nadie podrá cuestionar el final de fábula que ha redactado el conjunto rojillo, ni los récords que se han ido recopilando por el camino, ni la ilusión de este ajetreado epílogo de campaña. El equipo se marchó de la Liga a lo grande, mirando al frente y con el orgullo dibujado en el rostro. A su lado lloraba el Zaragoza, una formación con rasgos de Liga de Campeones que ayer se precipitó al vacío desde la barandilla del ONO Estadi. Otra vez será (3-2).

Nervios
La ansiedad es una mala compañera de viaje, sobre todo, cuando no hay rectificación posible. Ésa era ayer la gran ventaja del Mallorca. Los bermellones tenían plomo en las piernas, pero su presión era radicalmente opuesta a la que desprendía su invitado. Al fin y al cabo, unos se examinaban para subir nota y otros para salvar el pellejo. Era evidente. La escuadra de Manolo Villanova compareció sobre la húmeda alfombra de Son Moix tiritando y esa hora de retraso que había propiciado el temporal se clavó en su estado de ánimo, destrozándole a nivel físico y mental. El anfitrión, por su parte, destapó la función con el viento de cara, arrollando, imponiendo sus credenciales. En solo un minuto Webó le había cortado la respiración y antes de archivar el primer cuarto de hora Güiza ya había marcado el terreno. El jerezano domó el cuero en la frontal, se revolvió con rabia y fusiló a César para dibujar un gol que conducía al Mallorca a la cima, un flechazo con olor a despedida.

De ahí hasta el descanso, la película no provocó muchos sobresaltos. El Zaragoza, groggy sobre la lona, sólo se hacía respetar en el área local y el Mallorca, esperanzado, le sacaba punta al guión.

La segunda mitad, al menos en su nacimiento, abrazó un cambio de escenario. Los baleares recogieron el hilo del encuentro con la oreja pegada a la radio y el Zaragoza aprovechó la situación para agarrarse en cuerpo y alma a la categoría. Gabi observó un agujero en la zaga y trazó junto a Ricardo Oliveira un espejismo en forma de empate. Era el turno de la grada. El ONO Estadi se levantó para acompañar otra vez al Mallorca al lugar que le correspondía y en el minuto 64 Webó apalabró la victoria con un gol de su factoría. El castillo maño se derrumbó entre una gran polvareda y los de Manzano reanudaron el trayecto hacia Europa por una autopista desierta. Lamentablemente, el Racing le adelantó casi en la meta.