Dieciséis encuentros se sucedieron luego, con el muy favorable saldo de 14 victorias y dos empates. Toda una marca para un equipo al que se le reclama ahora competitividad en las citas cruciales, en las que hay que demostrar la verdadera valía. Cuando hay que dar la talla. Ese es el gran temor de Aragonés. El técnico confía en sus hombres, pero salió escaldado del fracaso en el Mundial de Alemania, cuando Francia echó a España de la competición con un equipo mucho más veterano y con muchas más tablas.
Luis ha venido reclamando durante mucho tiempo carácter y competencia a sus pupilos para saber moverse en situaciones de riesgo, para no cometer errores garrafales como el de Marchena en el amistoso ante Perú, y para no sentir miedo a la hora de despejar un balón con contundencia o de hacer una falta en el centro del campo y detener el juego.
Posesión
El entrenador quiere el balón para su equipo, cuya principal virtud es el juego de toque, pero su empeño está en enseñar qué hay que hacer cuando no lo tiene.
El espejo de Luis es Italia. Repite con insistencia que la «azzurra» es la selección más fuerte de la Eurocopa. La que mejor sabe moverse en este tipo de torneos, y desea que España se le acerque.
De Rusia, el cuerpo técnico español conoce que se cierra bien atrás para salir con mucha rapidez al contragolpe, y es en esa circunstancia en la que los jugadores españoles deben saber replegarse con rapidez para no verse sorprendidos.
España pondrá en liza un once esperado. Casillas estará en la portería, Marchena y Puyol serán los centrales y Sergio Ramos y Capdevila los laterales.
Por delante de ellos, Marcos Senna actuará como medio centro, encargado de tapar la subidas de los rusos y de salir con el balón jugado hacia los puntas. Iniesta, Xavi y Silva completarán el centro de campo y Villa y Torres serán las referencias en ataque. Es el equipo de gala de Luis para la competición, aunque los resultados y el día a día pueden dar entrada a otros futbolistas en posteriores citas.
El grupo español quema las últimas horas antes del envite con tranquilidad, a la vez que con el ferviente deseo de que el balón se ponga en juego.
España puede dar en la capital del Tirol el primer gran paso de un camino que le lleve lo más lejos posible y que le sitúe entre los mejores del continente. Para ello, estará arropada desde la grada del estadio Tivoli de Innsbruck por unos 8.000 aficionados españoles, que volverán seguro cuatro días después para animar a su equipo contra Suecia.
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