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España es favorita», es un frase que de momento nadie discute en Alemania ante la final de hoy. Lo que ocurre es que si se quiere entender lo que se quiere decir con esa frase hay que entenderla a la luz de la historia del fútbol alemán y de las leyendas que lo acompañan.

Los alemanes nunca han pretendido ser los mejores. Lo que buscan es ganarle a los mejores y buena parte de sus éxitos históricos están en haberlo logrado repetidas veces.

El mito fundacional del fútbol alemán es la final de 1954 en Berna cuando la frase de «Hungría es favorita» tampoco la hubiera discutido nadie. Los húngaros eran vistos como un equipo casi invencible y lo único sobre lo que había diversas opiniones era sobre el monto de la victoria.

Al final, todo el mundo sabe lo que pasó. Bajo la lluvia -«si llueve tenemos posibilidades», había anticipado el seleccionador Sepp Herberger- Alemania venció por 3-2 a la Hungría de Ferenc Puskas y se coronó por primera vez campeona del mundo.

Veinte años después, la favorita en la final de Múnich era la Holanda de Johann Cruyff. El desenlace -el marcador fue un 2-1 a favor de Alemania por si alguien lo ha olvidado- lo resume una frase algo cínica de Beckenbauer cuando le preguntaron si Cruyff era el mejor jugador del mundo.

«Johann es el mejor jugador. Pero yo soy campeón del mundo y él no», dijo el Kaiser.
En 1990 el finalista que cayó ante Alemania fue la Argentina de Diego Maradona. Y aunque en esa ocasión nadie hubiera dado a Argentina como favorita -tal vez por eso es el título que menos se recuerda- el dato sirve para recordar que tres de los jugadores más grandes de la historia han caído en finales ante Alemania.

A eso se puede agregar el que la Francia de Michel Platini tuvo que despedirse en dos ocasiones en semifinales en campeonatos del mundo tras caer contra Alemania.

Esa historia de terror para los favoritos tiene tal vez su explicación en el tipo de fútbol que juega Alemania que suele enredarse ante equipos que sobre el papel tienen menos recursos -el partido contra Turquía en esta Eurocopa fue un ejemplo- y crecerse ante rivales con mejor juego.

Sin duda, en el camino alemán hacia la final el mejor compromiso de los dirigidos por Joachim Low fue el ganaron a Portugal por 3-2. Ante unos lusos que habían asombrado en los dos primeros partidos.

Ante esos rivales, ante los que no tienen nada que perder, es ante los que los alemanes lo dan todo. Ante los «chicos», en cambio, suele haber un relajamiento involuntario que suele reflejarse en ligerezas durante los partidos que los alemanes casi nunca se permiten ante un grande.

Además, suele ser un equipo que quiere tener el balón y darle su sello al encuentro. Eso le permite a los alemanes hacer su juego clásico con la combinación de presión para la recuperación de pelota y el rápido paso al contragolpe que suele coger al contrario, muchas veces, a contrapié.

Ese equipo alemán tiene algunas características de aquéllos que en el pasado han tenido éxito. Los 23 jugadores tienen la cohesión propia de un grupo de conjurados, como lo exigía de su equipo Sepp Herberger, como resultado de un proceso que se inició durante la era de Jürgen Klinsmann. Y hay un líder indiscutido que es Michael Ballack y que desempeña, para la cohesión del grupo, el mismo papel que tuvieron en el pasado Franz Beckenbauer y Fritz Walter.