Albiol y Xabi Alonso con el balón de la final.

TW
0

El resto será el conjunto que ya se ha aprendido de memoria la afición española, un síntoma de que Luis parece haber cumplido su objetivo. «Me hice cargo de una selección y quiero dejar un equipo», ha repetido con insistencia. La ausencia del Guaje hace que todas las miradas se giren hacia Fernando Torres, la «estrella» española antes de llegar a Austria, que ha tenido una pálida trayectoria.

Torres está ante su partido. Una gran cita, frente a un rival de renombre mundial, que le ofrece la oportunidad de consagrarse con la selección.
Si por algún lado padece, además, Alemania es por su pareja de centrales, el madridista Christoph Metzelder y Per Mertesacker, que sufren frente a jugadores rápidos.

Joachim Low, el técnico alemán, puede dar entrada en el equipo a Torsten Frings, el escudero de Michael Ballack, que con una fisura en una costilla fue suplente ante Turquía.

Lo que no está tan claro es que vaya a volver al sistema con el que comenzó el campeonato (4-4-2). Low ha descubierto que con dos centrocampistas de contención por detrás de Ballack, el jugador del Chelsea juega con más libertad y Alemania saca ventaja de su mejor jugador.

Junto a Ballack, la explosiva irrupción de Bastian Schweinsteiger, la confirmación de Lukas Podolski como un buen goleador y la capacidad de Miroslav Klose para aprovechar cualquier mínima ocasión, son la mayor amenaza que muestra Alemania.

Con un buen ataque y juego por las bandas, el conjunto alemán ofrece, desde la época mundialista de Jurgen Klinsmann, un fútbol atractivo, pero también vulnerable.

Alemania ha encajado cuatro goles en los dos partidos eliminatorios -2 contra Portugal en cuartos y otros tantos frente a Turquía, en semifinales-, mientras que España ha basado su éxito en su capacidad para mantener la puerta a cero.

Hoy, sin embargo, no vale el pasado. Ni el inmediato, ni el remoto. Cuarenta y cuatro años después, España puede renovar su condición de campeona, quitar las telarañas al trofeo y recuperar, esta vez en color, una euforia que ha permanecido demasiado tiempo congelada.