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Fernando Fernández El de Sachsenring no es un circuito que agrade demasiado a Jorge Lorenzo. No en vano, es uno de los pocos en los que no ha hecho sonar el himno español y sólo un tercer puesto (2006, en 250) le ha permitido visitar su podio. El enrevesado inicio del karting, las peligrosas puntas de velocidad intermedias y la subida de la recta de meta hacen de la pista germana un escenario singular de un Mundial que ayer dio un vuelco. La espectacular caída de Dani Pedrosa le puede hacer perder el tren de Laguna Seca y el del Mundial. Rossi manda, pero Stoner asusta. Pero la lluvia se encargó de hacer más dramática e intensa una jornada complicada para los españoles. Más, cuando en el primer cuarto de carrera en MotoGP se iban por los suelos sus dos bazas. Antes de Pedrosa (a quien ya sitúan de compañero para 2009 a Andrea Dovizioso), Jorge Lorenzo rodaba por el asfalto y la gravilla. Había salido mucho mejor de lo habitual, incluso 'por fuera' se permitió un conato de remontada, pero cuando menos lo esperábamos, yendo sólo y en tierra de nadie, fue víctima de uno de sus más temibles enemigos. Un adversario, la lluvia, al que pareció haberle tomado la medida, pero que ayer le recordó que le resta trabajo por hacer.

Una lástima cuando parecía que la mejor versión de Jorge aparecía de nuevo tras el susto de Montmeló. La prudencia y el saber estar fueron sus argumentos en Assen y Donington, pero la realidad vuelve a dejarle más lejos de las posiciones de privilegio, pese a conservar un trabajado cuarto puesto, con dieciséis puntos de margen sobre Colin Edwards, otra de las víctimas de Sachsenring.

Apenas hubo tiempo para calibrar la capacidad de reacción de Jorge, a prueba de nuevo en apenas seis días en Laguna Seca. Le motiva el 'sacacorchos', pero hay otras prioridades que pasan por recuperar el buen feeling con la M1 y las sensaciones que le llevaron a dinamitar el Campeonato en un arranque estelar. Pero el tiempo es un juez veraz y ya mandan los que todos esperaban. Rossi vuelve a ser el de antaño, ocupa el lugar en el que se había acostumbrado a habitar, y Bridgestone inclina la balanza a su favor en un circuito en el que, hasta que Stoner se encargó de pasear de nuevo en solitario a lomos de la Desmosedici, era hostil para la marca nipona y el fabricante transalpino. Pero Jorge preocupa. Tiene margen de maniobra, máquina, equipo y clase como para volver a ser el mismo de Estoril, Jerez o Qatar. Si no es ahora, le resta una década (como mínimo) para ser campeón de campeones.