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Empieza lo bueno. O al menos, lo más duro. El nuevo Mallorca, el que el próximo 31 de agosto emergerá por duodécima vez consecutiva entre los grandes del fútbol español, afronta a partir de hoy el tramo más exigente de su puesta a punto. Después de quitarse el óxido de las piernas con cuatro jornadas de trabajo en Son Bibiloni, el remozado conjunto bermellón partirá a primera hora de la mañana hacia Kössen (Austria), donde permanecerá concentrado hasta el próximo día 26. Durante la estadía, Manzano y sus colaboradores levantarán los cimientos del nuevo proyecto y aprovecharán el suave clima tirolés para cargar las baterías de un grupo al que todavía le faltan algunas piezas por encajar. Serán los trece días más negros del ejercicio para los futbolistas, pero en ellos podría esconderse la llave de los éxitos o fracasos del futuro.

La agenda del Mallorca apenas reflejará un solo hueco durante las próximas dos semanas. Para empezar, hoy toca madrugar y emprender un largo viaje que culminará poco después del mediodía con la llegada al hotel Sonneck, la residencia habitual de los rojillos en el Tirol. Antes de eso, la expedición tendrá que llegar a la ciudad alemana de Munich y recorrer por carretera los 150 kilómetros que separan a la capital bávara del epicentro de la concentración.

Una vez levantado el campamento en el hogar de los Thaler (la familia propietaria del recinto en el que se alojará el Mallorca estos días), no habrá tiempo para relajarse. El equipo se entrenará esta misma tarde en el Sportcenter de Kössen y a partir de ahí, su vida transcurrirá entre el terreno de juego y los bosques de la localidad. Será entonces el turno de los preparadores físicos, que sacarán el látigo para llevar a los jugadores por el camino correcto.