La plantilla del Real Mallorca posa con el trofeo.

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El Mallorca sigue acumulando víctimas en su camino hacia la meta que ha establecido Gregorio Manzano. Primero fue el Feyenoord, después el Hannover 96 y anoche, el Newcastle. En unas pocas semanas, los baleares han pasado por encima de tres conjuntos de rango superior con una facilidad asombrosa. Ayer, además, la victoria sirvió para agarrarse a la primera edición de la Summer Cup y dejar en Son Moix un trofeo por el que también pujaban otros rivales de primera línea. Al final, todo queda en casa (1-0).

Como en los ejemplos anteriores, el Mallorca marcó la tendencia desde el principio, sin dudar un solo momento de sus posibilidades o de su acreditada superioridad. Lo hizo esta vez con un equipo cargado de buenas intenciones, con una de esas alineaciones que seguramente se repetirán muchas veces cuando dejen de utilizarse las balas de fogueo y empiece oficialmente la acción. De hecho, si a día de hoy hubiera que señalar un once de gala con el que sumergirse en el nuevo curso, no distaría demasiado del que alineó ayer el preparador jienense. Y no le fue nada mal.

El Mallorca no tuvo que esforzarse demasiado para levantarlas primeras fronteras y poner a sus pies a las urracas de Kevin Keegan, que se presentaron en Son Moix con un conjunto plagado de nombres llamativos. Los baleares rascaron una falta aparentemente inofensiva a la izquierda de su ataque y Borja Valero, que no renuncia nunca a llevar el peso del juego, trasladó el balón al corazón del área, donde encontró la cabeza de Mario Suárez. El mediocentro madrileño, muy bien posicionado, se elevó ante su par y batió a Steve Harper con un cabezazo impecable.