Fue el equipo azulgrana un equipo bipolar, a lo doctor Jekyll y Mister Hyde. Soberbio en el arranque, desconocido en cuanto los de Paco Chaparro decidieron irse hacia adelante. En el primer tiempo, el Barça marcó dos goles y pudo marcar alguno más; en el segundo, el Betis igualó y vio cómo el árbitro no señaló como penalti una jugada de Cáceres sobre Sergio García.
Al final, Gudjohnsen, que entró en el minuto 71, acertó a cazar un centro de Alves para batir a Casto y dar la victoria a su equipo, un triunfo que había merecido de sobras en el primer tiempo, pero que se le complicó en el segundo.
Automatismos aprendidos, presión insistente, calidad general, puntería y fiabilidad defensiva. Guardiola no podía pedir más. Su equipo jugó una primera mitad de libro, desmelenado, a un ritmo vertiginoso, recuperando rápidamente el balón tras una pérdida y con una sensación de que ya tenía claros los conceptos de su nuevo técnico.
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