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Sergio Morro|VILLARREAL
El Villarreal y el Atlético de Madrid firmaron ayer en El Madrigal un espectacular encuentro, en el que pasó casi de todo: remontadas épicas, buen fútbol, errores infantiles y sobre todo emoción a raudales hasta el final de un choque que acabó con un empate a cuatro goles.

Del 0-2 con el que acabó la primera parte, se pasó en la segunda a un 4-2 en apenas veinte minutos y cuando el partido parecía sentenciado, el Atlético, en inferioridad numérica durante casi una hora por la «autoexpulsión» del argentino Ever Banega, logró igualar de manera sorpresiva en los instantes finales.

El cuarto tanto del Villarreal, obra de Rossi, serenó el ímpetu desbordado de los locales, que se dedicaron a tener una mayor posesión y bajaron sus pulsaciones, lo que aprovechó un excelso Simao, en los minutos finales, para culminar una contra con el tercer tanto del Atlético, que puso una inesperada emoción al partido.

Esta se confirmó apenas un minuto después, cuando Raúl García cabeceaba una falta y empataba el partido ante la sorpresa mayúscula de todos los presentes en El Madrigal.