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El Mallorca no suelta la Copa. Poco importa que su situación en la Liga requiera cuidados intensivos o que a nivel institucional sigan sonando las alarmas. El equipo siente un magnetismo especial por la competición y ha encontrado en las eliminatorias a doble partido una vía de escape con la que resarcirse de sus problemas cotidianos. De momento, su silencioso trayecto ya le ha permitido meter la nariz en cuartos y disfrutar de las vistas más privilegiadas del torneo. El Betis, compañero de penurias y sobresaltos en esta primera parte del ejercicio, será el siguiente en pasar por caja (1-1).

Y eso que el partido amaneció entre nubes para los insulares. Parapetado tras los dos goles de ventaja que había recopilado en la ida, el grupo de Manzano volvió a subirse al cuadrilátero en pijama. El Almería, que probablemente contaba con ello, quiso llegar al milagro por autopista y le dio la bienvenida enrabietado, con los colmillos al descubierto y los ojos inyectados en sangre. Sacó del cajón el mismo molde que había utilizado el Madrid y a los tres minutos ya había dado con el pozo del petróleo. Y como sucediera en último episodio liguero, el desencadenante fue otro error defensivo de gran magnitud. Ayoze se despistó, Juanma Ortiz apuró el largo del campo y retrasó un par de metros su envío, donde aguardaba Pablo Piatti. Sin pensárselo demasiado, el ex de Estudiantes armó la pierna derecha y descargó un remate intoxicado que se incrustó junto al palo, a la izquierda de Dudu Aouate.

El gol abrió las puertas de la fase más crítica del encuentro. El Mallorca, visiblemente aturdido, se encogió frente a su portería y el Almería empezó a apilar ocasiones, casi todas redondeadas por Negredo. Afortunadamente para los isleños, el vallecano no había ajustado el punto de mira y mandó casi todos sus remates a la pista de atletismo. De lo contrario...

El pelotón de Manzano estaba anestesiado y necesitaba algún estímulo potente para despertarse. Hasta que el Almería se lo proporcionó. Los andaluces, que no habían sufrido el más mínimo acoso en defensa, cometieron una falta en la frontera del área y permitieron que Arango saliera de su letargo. Su clase y los problemas de visibilidad que originó Keita hicieron el resto (minuto 27).

La eliminatoria se acabó en ese mismo instante. El Almería se quedó en blanco por la indigestión que le provocó el tanto y el Mallorca empezó a multiplicarse, sobre todo en la sala de máquinas. Mario Suárez asumió la misión de dirigir el tráfico y el partido se desplomó para beneficio de los visitantes, que apagaron el fuego de la confrontación con una serenidad que hasta entonces parecía escondida, inalcanzable.

Hugo Sánchez quemó todas sus papeletas tras el descanso, aunque no avanzó un sólo centrímetro encima del escenario. Mientras tanto, su colega seguía atando cabos y reforzaba las partes más endebles de su pizarra (un buen Scaloni sustituía a un inexistente Callejón) para ahorrarse los típicos sustos de última hora. Daba igual. Los rojillos tenían el resultado a cubierto y hubiesen ganado el partido con una pizca de puntería. La Copa sigue llena.