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El Real Mallorca afronta esta tarde en Son Moix ante el Deportivo (17:00 horas) un partido de máximo riesgo, no por la temperatura ambiental ni porque se prevean incidentes por parte de Antiviolencia, sino por que de no ganar el once de Manzano, las señales de alarma lejos de mitigarse aumentarán su estruendo. Es el nuevo punto cero del equipo, el punto de partida de todas las cosas, el momento clave de una temporada donde ya no se puede perder más terreno. Se ha despreciado demasiado tiempo y ya no queda otra que resucitar de una vez por todas.

Puestos a visualizar el encuentro, lo ideal sería que los futbolistas vieran el vídeo del último encuentro de Liga jugado en Palma cuando vencieron al Valencia y calcasen el tratado de intenciones para hacer exactamente lo mismo, es decir, jugar con criterio y ganar. Otra cosa es que Manzano vuelva a experimentar con asuntos propios y desnaturalice al equipo. No sería ni la primera ni la segunda vez, por lo tanto no es descartable que vuelva a ocurrir.

El factor Jurado
Acostumbrados a dar una de cal y otra de arena, ante el Valencia el equipo casi se puede decir que tocó el techo de sus posibilidades y lo hizo liderado por un José Manuel Jurado que tuvo libertad creativa para inventar. El resto del equipo entendió el plan y lo aplicó con brilló. Fue un victoria que nació del sentido común. Manzano situó a cada jugador en su sitio natural y todo dio la sensación de que resultó más sencillo.

El Valencia era y es un grande, pero el Mallorca neutralizó sus canales de creación y hoy tratará de hacer los mismo. Existe un problema tal vez añadido y es la aparición de nuevo de Juan Carlos Valerón, uno de los jugadores que nació auspiciado por el ex secretario técnico Pepe Bonet y que empezó en Palma una carrera brillante en Primera, pero truncada estos últimos años por las lesiones. Los baleares deberán vigilar a Valerón, pero el verdadero rival del Mallorca es el propio Mallorca. La actitud del grupo sobre el campo es tal vez uno de los aspectos que menos discusiones levantan. Los futbolistas exhiben una alta capacidad de sacrificio, ofrecen un tratado de intenciones atractivo, pero van diluyéndose poco a poco, metiéndose en demasiados líos y perdiéndose en sus propias trampas. Pero el encuentro de hace quince días es un claro exponente de que el Mallorca tiene más argumentos que los mostrados durante toda la primera vuelta.

Desde el punto de vista numérico los tres puntos tienen un valor capital en la situación de estrés en la que está sumergido el equipo. De sumarlos a no hacerlo va restar o no diferencia con los directos rivales y, sobre todo, va también el poder abandonar la última posición en la tabla clasificatoria. Asusta verse colista, intimida demasiado y por lo tanto despegar y tomar impulso es casi tan necesario desde el punto de vista psicológico como estrictamente deportivo.

La afición sabe de la importancia del partido en la jornada de hoy y espera ver a su equipo ganar por quinta vez esta temporada. Una victoria que de conseguirse sería balsámica y que se sumaría al mínimo de ocho que necesita el conjunto de Son Moix para mantenerse en Primera División.

El presidente Mateu Alemany se ha encargado esta semana de mentalizar al entorno de la importancia que tiene el partido de hoy. Es tan necesaria una victoria como lo van a ser las siguientes. En este escenario de máxima tensión deportiva, cualquier rasgo de esperanza al que abrazarse es fundamental. Hay que agarrarse a la victoria ante el Valencia, a la capacidad de sacrificio del equipo, al empuje de la afición que una vez más juega un papel fundamental, a la ilusión de su presidente, a todo lo que sea positivo y que pueda servir de estímulo tanto a la grada como a los propios futbolistas. Si el árbitro es imparcial y no castiga a los mallorquinistas, el partido de hoy puede y debe ganarse. Toda excusa servirá para aumentar el muro de las lamentaciones de este año, pero para nada más. Así que hay que ganar. No queda otra.