Alhassane Keita celebra el primer gol del Mallorca ante las protestas del blanquivioleta Borja. Foto: MONSERRAT

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El Mallorca ya huele la salvación. De hecho, la tiene metida en el cuerpo. Al conjunto balear le llegó con mantener echado el cerrojo y con abrazarse al influjo de Keita para concertar la permanencia que ha estado cocinando durante toda la segunda vuelta. Los números dicen que falta un pequeño empujón para aislarse definitivamente de la marea, pero el equipo ya duerme a salvo. Es cuestión de tiempo. Un simple trámite (2-0).

El Mallorca abrió la velada con todas las piezas bien conectadas y el guión memorizado. Sin embargo, se encontró con un escenario muy diferente al que le había planteado diez días atrás el Almería. Principalmente, porque tenía ante sus ojos a un Valladolid libre de cargas. Serio y descarado, el conjunto pucelano acudió a Son Moix a ganar. Al menos durante el prólogo. Y ante las buenas maneras castellanas, los baleares sufrieron un pequeño colapso. Pese a todo, del centro del campo hacia adelante no había demasiados problemas. Cléber sostenía y proyectaba al mismo tiempo, Jurado abría una zanja por el raíl zurdo y Aduriz erosionaba.

Sin embargo, el equipo topó con dos enemigos que acotaban su crecimiento en esa fase de la película. Uno en cada área. En la propia, sus indecisiones, que derrumbaban el castillo de naipes con cada empujón propinado por los de Mendilibar. Y en la ajena, la emergente figura de Asenjo. El palentino, seguramente el portero con más futuro del fútbol español, estuvo a punto de desquiciar con sus guantes al ataque bermellón. Sobre todo a Arango. El venezolano, con el rifle limpio y cargado, lo probó desde todas la posiciones posibles. Primero a bocajarro dentro y escasos centímetros del guardameta (minuto 13) y después, a base de libres directos. Lo intentó con un misil de treinta metros que desbarató el propio Asenjo y cuando el descanso asomaba fue el larguero el que escupió la pelota. El Valladolid, que se lo tomó como una amenaza, extremó después la vigilancia para evitarse riesgos innecesarios.

Entre esas llegadas cargadas de explosivo, los vallisoletanos también habían derrochado un puñado de munición. Y casi toda la derramó Goitom. El atacante sueco midió los nervios de la grada con un cabezazo defectuoso antes de que se cumpliera el primer cuarto de hora y malgastó minutos más tarde una de las ocasiones de su vida al enviar al larguero una pelota que hubiera entrado por su propio pie.

Segundo tiempo deferente

El segundo tiempo fue diferente. El Valladolid empezó a licuarse y Manzano, en un gesto extraño en él, movió rápidamente el banquillo. Apartó de la acción a Varela y apostó por la explosividad y el desparpajo de Alhassane Keita, que deshizo a la zaga pucelana en un par de carreras.

Mendilibar también aprovechó su turno de palabra. Se quitó de encima a Goitom para medir la progresión de Oldoni y buscó más profundidad por la orilla izquerda. Pero fue justo en los cambios donde perdió la partida.

El Mallorca explotó en un momento de duda. Aduriz, al que nadie podrá discutirle nunca su capacidad de sacrificio, batalló por tierra y aire hasta que le levantó la gorra a su ex compañero Luis Prieto. Y halló petróleo. El balón salió despedido y se dirigía hacia las manoplas de Asenjo, pero se encontró por el camino con una pierna de Keita, que desvió su trayectoria un par de milímetros. Lo justo para acabara impactando contra la red y rajando el partido (minuto 64).

El encuentro estaba en el punto que había soñado el Mallorca desde el inicio de la semana. El Valladolid, que no tenía nada que ver con el del comienzo, se empleaba con mucha menos cordura y todos sus movimientos le abrían alguna puerta al conjunto local. Ahí Keita se sentía enorme y asumió la responsabilidad de cerrar la ventana con otro de sus giros. Faltan todavía dos jornadas para que se cierre el plazo, pero la obra de la permanencia está prácticamente lista.

Manzano varió por una vez el guión habitual y movió el banquillo a los pocos minutos del segundo tiempo para aferrarse a la capacidad de improvisación de Keita. El africano, gracias a su oportunismo y a su velocidad, sacó del atasco al Mallorca en el segundo tiempo y acabó representando un papel decisivo. El héroe de la Copa trasladó su influencia a la Liga.