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Roberto Morales |RUSTENBURGO
La selección española vapuleó a Nueva Zelanda en su estreno en la Copa Confederaciones, respondiendo con autoridad al papel de favorita, al ritmo del juego vistoso que implantó Cesc Fábregas asociado a la pegada de Fernando Torres, autor de tres goles.

España ha dado un salto de calidad de tal magnitud que nada amedrenta su estreno en una gran competición futbolística. Su irrupción en la Confederaciones, como campeona de Europa, prolongó en Sudáfrica la arrolladora imagen que impone respeto en cualquier lugar del planeta.

Alejada de los nervios del debut de etapas anteriores, vive instalada en una seguridad incontestable. En la amistad trasladada al terreno de juego de un grupo de amigos que no saciarán su hambre hasta el Mundial. La Confederaciones es una buena prueba. Nueva Zelanda es un rival de poco caché, pero en los tiempos que corren para la 'roja', cualquier selección que no sea grande por su historia se minimiza ante la fuerza de España. Acaba siendo un juguete en sus manos.

La fortaleza física de los 'All Whites', su poderío en el juego aéreo, se desvaneció de un plumazo. La recuperación total de Sergio Ramos permitió a Vicente Del Bosque alinear a Cesc. El elegido para hacer olvidar la fantasía de Andrés Iniesta. Y lo bordó en el estreno.

La fuerza física de Ramos, que se convertía en el jugador más joven en alcanzar 50 partidos con la selección, permitió cubrir toda la banda derecha y dar libertad total a Cesc. Se asoció con su admirado Xavi para implantar un ritmo que destrozó a Nueva Zelanda. Los 'kiwis' corrían detrás del balón. Se veían superados en cada acción individual.

Cesc necesitaba firmar un partido brillante con España. Acomplejado en numerosas ocasiones por la magnitud de Xavi e Iniesta, no había encontrado su sitio. No sentía la importancia que tiene en el Arsenal. Llegaba a la Confederaciones con ganas de comerse el mundo y lo demostró.

Esa ambición es compartida por el grupo. Poco importó el estado irregular del césped o la alta humedad de Rustenburgo. Desde el inicio España fue arrolladora con su banda izquierda liderando las acciones ofensivas, con un imponente Albert Riera, y el acierto rematador de Fernando Torres, en la mejor de sus imágenes.

España despidió un gran evento -la Eurocopa- con un histórico tanto de Torres y comenzó un año después otro -la Confederaciones- con el 'niño' dando un recital de remate. Firmó el 'hat-trick' más veloz de la historia española, en 17 minutos (superando a Gaspar Rubio, que el 17 de marzo de 1929 lo consiguió en 20).

A los seis conectaba con Cesc y ponía en la escuadra un disparo desde la frontal. Ocho minutos después culminó la jugada más bella del encuentro. Riera desbordó, asistió al hueco en el desmarque de Villa, que centró atrás para que Torres, con un toque sutil con el interior de su bota derecha, alejase el balón de Moss pegado al palo. Y en el 17 explotó su fuerza rematadora con un testarazo a la escuadra a pase de Capdevila.

España podía echarse a dormir pero todos querían disfrutar de la fiesta. En el paseo, Moss salvaba dos remates consecutivos de Villa y Torres más un disparo potente de Riera, antes de encajar el cuarto. Otra triangulación de España. Otra exhibición de toque acababa con gol a placer de Cesc tras nueva asistencia de Capdevila.

No había noticias de Nueva Zelanda, que encajó el quinto por medio de Villa. El Guaje obtuvo su recompensa cuando menos lo esperaba. Asaltó el segundo puesto de goleador de la historia, igualando a Fernando Hierro, gracias a un error garrafal de Boyens, quien a centro de Fernando Torres desde la izquierda, respondió con patada al aire, dejando el quinto a placer.