El Real Mallorca no ha vivido una transición fácil desde que hace diecisiete años iniciara la conversión a Sociedad Anónima Deportiva (SAD). De Miquel Dalmau a Vicenç Grande y ahora a Mateu Alemany, la entidad rojilla ha vivido momentos convulsos, todos ellos históricos y en los que siempre se ha puesto en duda la continuidad del proyecto y el futuro de la entidad.
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Sin embargo, el Mallorca siempre ha conseguido salvar la cara, mantenerse en la élite y consolidarse como uno de los equipos que más temporadas consecutivas llevan militando en la Liga de las estrellas. Inició el camino de la SAD Miguel Dalmau en junio de 1992. En agosto de 1995 apareció en escena Bartolomé Beltrán, arropado por el poder económico del Grupo Z y dio un vuelco a la historia del mallorquinismo. El médico y comunicador consiguió abanderar un proyecto ilusionante, unió de nuevo a la masa social, ideó un proyecto ganador y tomó las riendas de un Mallorca que empezaba a trazar un camino que le llevaría a ser uno de los mejores equipos de España.
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El Grupo Zeta abrió el carrusel de cambios entrando en la escena mallorquinista en 1995, con la intención de romper el contrato audiovisual que tenían los clubes tanto con la FORTA como con Prisa. Conocedor de la situación, Antonio Asensio delegó en uno de sus hombres de confianza, Bartolomé Beltrán, la responsabilidad de hacerse con el control accionarial del Real Mallorca, que estaba en manos del presidente Miquel Dalmau y un grupo de empresarios. La obra de la familia Asensio como accionistas mayoritarios culminó con la consecución de la Copa del Rey en junio de 2003, además de una Supercopa de España y la clasificación para disputar la Liga de Campeones, para luego abrir una fase de ampliación de capital en la que el empresario mallorquín Bartolomé Cursach se erigió en el nuevo hombre fuerte del conjunto balear.
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Sin embargo, unos meses más tarde, Cursach y su grupo decidieron poner a la venta sus acciones, que fueron asumidas por los propios miembros del Consejo. Vicenç Grande y Miquel Vaquer dieron un salto en el organigrama al aumentar su inversión hasta el 27% del accionariado y el 15% respectivamente, mientras que los demás consejeros no superaban el 10%, aunque la familia Asensio poseía el 20%. El adiós a la presidencia de Mateu Alemany, en junio de 2005, motivó nuevos cambios en la estructura mallorquinista. Grande fue adquiriendo las acciones del resto de consejeros, incluidas las del Grupo Zeta y Francisca March (octubre de 2006) y finalmente las de Miquel Vaquer, hasta aglutinar más de un 93% del capital social a través de una sociedad -Binipuntiró- inmersa en un proceso de concurso voluntario de acreedores (antigua suspensión de pagos).
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Precisamente, los problemas económicos de Grande, que presentó un concurso voluntario sobre catorce de sus empresas (Grupo Drac) y de su patrimonio personal con un pasivo de casi mil millones de euros, influyeron de forma poderosa en su decisión de vender sus acciones. La opción que más cobró forma el pasado verano fue la del británico Paul Davidson, con quien se anunció un acuerdo que al final desembocó en uno de los episodios más surrealistas que ha vivido la SAD balear en sus más de nueve décadas de vida. Su compatriota Freddy Shepherd fue de los primeros en mostrar un serio y firme interés en adquirir el paquete mayoritario del capital social, aunque tampoco cristalizó esa opción, de la misma manera que una larga serie que tuvieron a Dietrich Mateschitz -propietario de Red Bull- y a otros muchos nombres girando en torno al futuro de la entidad. Al final, la situación límite a nivel deportivo y económico de Grande forzó la reaparición en escena de Mateu Alemany, que ayer hizo efectiva la opción de compra de la que disponía respecto a los títulos (más del 93%) de Vicenç Grande, aunque su papel ha recordado en más de una ocasión que será temporal, a la espera de un nuevo propietario.
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