Con todo, el conjunto azulgrana mereció los tres puntos. Pudo golear cuando peor jugó y apenas dispuso de ocasiones cuando tenía al Inter encerrado en su campo en la segunda mitad. El conjunto transalpino no exhibió esta noche las virtudes que acostumbra a tener el campeón del 'calcio' ni tampoco las que se le presupone a un claro aspirante a ganar la 'Champions'.
Su fútbol áspero y rocoso sólo apareció en la segunda parte. En la primera, el equipo de Jose Mourinho careció de rigor táctico y su fragilidad e indolencia en la fase defensiva le podía haber costado el partido por poco que el Barça hubiese estado algo más acertado. Los hombres de Pep Guardiola dispusieron en los cuarenta y cinco primeros minutos media docena de clarísimas ocasiones (Messi por tres veces, Ibrahimovic, Alves, Henry y Keita) para sentenciar el partido, ya antes del descanso, pero se acabó llevando un escaso botín de San Siro.
Podían haber fabricado alguna más, pero su fútbol intermitente, anárquico y trastabillado -nada que ver con el precioso y preciso al que nos tienen acostumbrados- dio al traste con la posibilidad de dejar el partido sentenciado antes del descanso. Al Barça le faltó velocidad, organización ofensiva y ese fútbol de posesión y posición en que los extremos abren el campo y los centrocampistas llegan puntualmente para ocupar el espacio.
El Inter, arrastrado por el ansioso Etoo, presionaba muy arriba al Barcelona para hacerle dudar en la salida del balón. Ese era su plan. Cuando conseguía llevarlo a cabo, robaba el esférico y salía en busca de la meta defendida por Valdés, pero con excesiva precipitación. Cuando fracasaba en el intento, se replegaba entonces con lentitud, dejando al Barcelona contragolpear a su anchas bajo la batuta de su director, un eficiente Xavi.
Un Barcelona más disciplinado e insistente se volcó tras el descanso sobre la portería defendida por Julio César, pero le faltó fluidez para llegar con claridad. Ibrahimovic falló en la ejecución tras un buen control, Messi y Alves se estorbaron a la hora de rematar un tiro cruzado de Henry y Stankovic cometió un claro penalti, al desviar con el brazo un balón, que el alemán Stark no pitó.
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