Del mejor comienzo de la historia, a uno de los revolcones más sonrojantes de los últimos meses. El Mallorca se presentaba en Gijón dispuesto a componer el inicio de Liga más brillante de su existencia, pero volvió anoche a Palma sin un solo punto en el equipaje y el rostro marcado. Los de Manzano, que habían abierto la jornada emitiendo buenas vibraciones, se descompusieron en un segundo tiempo aterrador y mancharon los números que habían ido tejiendo desde la génesis del torneo. Mal resultado, peor imagen.
La plusmarca que estableció Cúper durante su segundo proyecto en la Isla vivía amenazada desde que el Mallorca pasó por encima del Valladolid. Con el de Chabas sobre el puente de mando, los baleares habían recopilado 12 puntos en los seis primeros capítulos del campeonato. Tres victorias ante Espanyol, Real Sociedad y Alavés, y otros tantos empates frente a Salamanca, Oviedo y Tenerife elevaron al grupo rojillo al ático de la clasificación y ayudaron a completar una de las páginas más llamativas de la biografía del club.
Referencia obligada
El Mallorca había desafiado al Sporting sin perder de vista esa referencia. Su inmaculada trayectoria en Son Moix (tres de tres ante Xerez, Tenerife y Valladolid) y el punto atrapado en Villarreal habían puesto una fecha de caducidad a esos dígitos, que conservarán el brillo al menos durante otra campaña. Ni la buena respuesta del primer tiempo, ni la excelsa ejecución de Martí al penalti que había provocado Víctor (minuto 11) amortiguaron el desastre del que sería víctima después el ejército mallorquinista. Al final, se mantienen los diez puntos que ya había en la mochila y crece la desconfianza. Sobre todo, teniendo en cuenta que el equipo no volverá a actuar hasta el próximo 18 de octubre (recibe al Getafe) o que hace un año, tras patinar contra los asturianos, se abrió la caja de los truenos.
Besando la lona de El Molinón, el Mallorca también perdió la ocasión de agarrar su primera victoria como foráneo. Decía Manzano el viernes que el equipo se sumergía en la primera cita del curso ante un rival de su Liga, que los desplazamientos a Villarreal y Sevilla había que encuadrarlos en otro apartado. Sin embargo, el de Bailén acabó aleccionado y no pudo evitar que se alargara la sequía a domicilio, donde su máximo botín sigue siendo el empate que forzó Borja en la piscina de El Madrigal.
Otro dato que chirría es el de los goles encajados. Hasta que compareció sobre la alfombra de Gijón (cinco jornadas completas), la portería del Mallorca sólo había sido agujereada en tres ocasiones, siempre lejos del ONO Estadi. Dudu Aoaute compartía alojamiento junto a los grandes en la clasificación del trofeo Zamora y el grupo presumía de la solvencia de un sistema de seguridad en el que Nunes y Ramis marcaban tendencia. Sin embargo, en cuarenta y cinco minutos se fue todo a la basura. Luis Morán abrió el grifo al observar una grieta en el primer palo del israelí y desató una cascada en rojiblanco de la que también se aprovecharon De las Cuevas y Bilic. En otras palabras, el Mallorca sufrió más azotes en un tiempo que en cinco funciones.
El técnico bermellón tiene ahora dos semanas para rehabilitar anímicamente a sus hombres antes de volver a la arena. En cualquier caso, no será fácil. Los de Son Moix no caían desde una altura tan elevada desde el 14 de diciembre de 2008, cuando el Getafe le lanzó al vacío en el Coliseum (4-1). Los madrileños, con Víctor Muñoz al frente de las operaciones, se cebaron con los rojillos y los tantos de Contra, Uche, Del Moral y Gavilán redujeron a escombros otra diana de Aduriz. Olvidado aquello, toca volver a levantarse.
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