Las voces más autorizadas del mallorquinismo pasan revista. Dos meses después de que la familia Martí Mingarro se hiciese con los mandos de la SAD, algunos de los ex presidentes que han desfilado últimamente por el palco rojillo analizan su gestión y el escenario en el que se mueve ahora mismo el club. Miquel Dalmau, Miquel Contestí, Bartolomé Beltrán (entre los tres dirigieron a la entidad entre 1978 y 1998) emitieron su veredicto acerca de la nueva propiedad con más o menos gramos de crítica, mientras que Guillem Reynés (1998-2000) optó por guardar un respetuoso silencio. Sus opiniones van de un extremo a otro y alguno de ellos asegura sentirse «muy preocupado» por el camino que han tomado los gestores.
Miquel Contestí asegura que sólo ha conocido personalmente a Javier Martí Mingarro, al que advirtió en su día de la complejidad que envuelve al mundo del fútbol: «Me parece que los propietarios son gente muy correcta que sabe lo que quiere. Hubo algunos momentos de convulsión extrema, pero ahora parece que se han calmado los ánimos. De todas formas, los mallorquinista deberíamos hacernos una pregunta: ¿Qué es lo que nos gustaría que pasara con el club? Supongo que la mayoría elegiríamos que tuviera otra vez tranquilidad». El ex mandatario asegura que «lo que tiene que hacer Martí Asensio es intentar poner orden y tener suerte, aunque también debe buscarla. El fútbol no empieza con los nuevos propietarios, ni con las sociedades anónimas, sino hace cien años, con unos señores que se dejaron el alma para el Mallorca diera sus primeros pasos». A Contestí no le preocupa la pérdida de confianza de algunos patrocinadores («Yo cogí al Mallorca cuando no había ni un espectador, ni un futbolista, ni nada de nada») y entiende que la familia Martí «debe adaptarse a los nuevos tiempos».
Crítico y preocupado, Miquel Dalmau no ocultó las malas vibraciones que transmite la nueva propiedad por un «problema estructural evidente» y lamenta que los tres poderes de la entidad (propiedad, dirección deportiva y entrenador) no hayan arreglado sus rencillas: «Me preocupa la sensación de Guerra Civil permanente entre la propiedad y el cuerpo técnico».
El ex presidente isleño considera «una incongruencia» que Mateo Alemany se rodeara de un consejo asesor que la actual propiedad ha ignorado: «No entiendo que Mateo, que sabía mucho de fútbol, apostara por reunir a unos asesores que no necesitaba y que esta gente, que creo que están aconsejados por personas de Madrid que no deben tener mucha idea de lo que sucede aquí, no cuente con nosotros. A nadie del Consejo Asesor les han comunicado nada...igual es porque no lo necesitan. A veces, en el mundo del fútbol aterrizan iluminados que creen que saben más que nadie. Es un tema que me preocupa».
Dalmau también se mostró crítico con el vacío de poder que existe en la entidad: «El poder tiene que estar en Palma y no en Madrid. En la época de Asensio, él no estaba aquí porque delegaba en Mateo, que de esto sabe bastante».
Bartolomé Beltrán subraya que «el análisis hay que hacerlo en Navidades, que es el equivalente a los cien días de los políticos. Cualquier propiedad necesita saber de dónde viene porque aunque el club tiene una imagen externa tiene profundidades internas infinitas. Primero debemos saber qué quieren y cómo es el proyecto». El ex presidente cree que hasta cierto punto es lógico el distanciamiento que existe entre los nuevos dueños y el entorno, ya que «ha habido un divorcio obligado entre la propiedad anterior y la sociedad mallorquina y eso ha generado un dolo. Alemany es un experto en dirigir un club de fútbol y sabe manejar las cuatro dimensiones. La primera es la económica-financiera; la segunda, los recursos humanos; la tercera, las relaciones con la sociedad, incluidas las peñas y cuatro, las relaciones con los medios de comunicación». En cuanto a la pérdida de confianza de la masa social, sostiene que «los mallorquines usan el silencio para ir de una manera elegante y sutil en contra de lo que ocurre. Es un arma muy nuestra y se simboliza no yendo al campo». Además, agrega que «el club ha adolecido hasta ahora de un portavoz que vertebre el conocimiento que hay dentro del club en cada una de las áreas y eso hace parezca que hay más caos del real».
Guillem Reynés, que ocupó la presidencia mallorquinista entre 1998 y 2000, optó por quedarse al margen del análisis a la familia Martí Mingarro. El arquitecto afirma que lo que ha hecho hasta ahora la propiedad no le parece «ni bien ni mal», aunque prefiere no pasar de ahí: «No creo que sea elegante opinar de una propiedad cuando has pertenecido a otra, como es mi caso. En cualquier caso, sí que respeto todas sus decisiones que han tomado desde que llegaron al Mallorca».
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