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El Mallorca sigue sin encontrar su sitio lejos de Son Moix. Ni siquiera en la Copa, donde se maneja con una soltura especial. Los baleares, con un equipo alterado por las clásicas rotaciones que impone la competición, cedieron en Valladolid la tercera derrota del ejercicio a domicilio y se alejaron unos metros de su trofeo favorito. El resultado no es malo, sobre todo teniendo en cuenta los altibajos de un rival en constante ajetreo. Pero su margen de error se ha reducido al mínimo y en Palma se agotarán las excusas. Toca remontar (2-1). El Mallorca acudió a la cita con el torneo visiblemente maquillado. Como manda la tradición copera, Manzano lo fio todo a su segunda unidad, en la que destacaba sobre todo la presencia de Felipe Mattioni. Sin embargo, no pudo estrenarse peor la eliminatoria para el Mallorca, que todavía llevaba puesto el pijama cuando recibió la primera en la frente. Un desajuste en defensa, un centro malintencionado y un remate del central César Arzo despertaron con sobresalto al equipo isleño. La escena fue prácticamente calcada a la que abrió el partido de Liga entre ambos. Eso sí, con los papeles cambiados (minuto 2).

El tanto resultó terapéutico para el Valladolid, que se vio con fuerzas para asumir el control del balón y arrinconar a los baleares a muy pocos metros de Aouate. Bueno, recostado a la izquierda del ataque blanquivioleta, tardó muy poco en cogerle la medida a Mattioni y estuvo a punto de agrandar el marcador casi al instante. Afortunadamente, su centro se le desvió un par de metros y pilló a contrapié a sus acompañantes en la carrera. Mientras los pucelanos crecían, los rojillos ofrecían serias muestras de debilidad y su técnico se desesperaba.

Casi un cuarto de hora necesitó el Mallorca para marcar el territorio. Una inmersión de Varela acabó con el sevillano derribado en la frontera del área y Tuni, en el posterior lanzamiento de falta, intentó poner a prueba a Fabricio, aunque sin demasiado tino.

A medida que el Mallorca se animaba a cambiar de acera, el Valladolid también se iba descosiendo en defensa. En cualquier caso, compartía sus problemas con el invitado y en ataque fabricaba peligro sin invertir demasiado. Bueno, una pesadilla durante todo el primer acto, se quitó de encima a tres defensas en una baldosa, pero cuando percibió la mirada de Aouate mandó el balón a las nubes (minuto 22).

Esa falta de pólvora, insignificante al principio, se convirtió enseguida en un lastre para los locales. El equipo de Manzano ya había aprendido a hilvanar sus líneas y Keita abrió una zanja en el área que le dejó totalmente solo ante la meta. Barragán se vio obligado a empujarle para frenar su progresión e Iturralde no lo dudó. Penalti. Lo sorprendente, en cambio, es que no mostró ninguna cartulina. Martí aprovechó la situación y reseteó la partida con un lanzamiento impecable, de manual (minuto 27).

El empate desorientó al cuadro de Mendilibar, que hasta ese momento llevaba el timón del partido. No obstante, le costó asimilar el nuevo escenario y Pezzolano casi le revienta la noche. El uruguayo, ansioso por exponer sus argumentos, no apreció que le acompañaban dos compañeros y se lanzó al vacío con un tiro que murió en los guantes de Fabricio. La respuesta vallisoletano se demoró casi diez minutos y volvió a partir de las botas de Bueno. Después, Tuni quiso bajar la persiana del primer tiempo con otro centro-chut rebozado en cianuro y se quedó a centímetros de conseguirlo. De hecho, él mismo pensó que el balón había entrado.

Después del descanso, uno y otro midieron mejor sus movimientos después de cimentar la defensa. Y eso mejoró la perspectiva del Mallorca, que emitió mejores vibraciones. Ramis casi adelanta a los bermellones gracias a una salida en falso de Fabricio y Bruno China, con una volea, siguió sus pasos unos minutos después. Hasta que Manzano lanzó un órdago. Retiró a Ramis, que poco antes había tenido que ser atendido y empujó a Borja a la arena retrasando la posición de Martí. Alargó la reforma del once probando con Castro en lugar de un Tuni venido a menos y todo parecía controlado. Sin embargo, Mendilibar también jugó sus bazas rotando a los peones que gestionaba desde el banquillo y sus permutas resultaron especialmente fructíferas. Apostó por Marquitos, Nauzet y Diego y entre los dos últimos construyeron un gol que reforzó de nuevo su propuesta. El canario entró hasta la cocina por el flanco de Corrales y su asistencia atrás la remató el brasileño superó por bajo a Aouate para devolver el pulso a la grada de Zorrilla.

Ya con el viento de cara, los pucelanos pudieron sacar algo más, aunque es verdad que el Mallorca también acarició la igualada. El desenlace, en el ONO Estadi.