Con esta decisión, concluye una época en la vela española, la de la saga del «Bribón», que casi durante cuarenta años han compartido el armador barcelonés y Don Juan Carlos y cuyo nombre seguirá en unidades más pequeñas como el Platú 25 o el Melges 32. «Eso no significa que vayamos a dejar de navegar, pero si seguimos ya será en barcos más tranquilos. A nuestra edad competir en un Transpac52 es ya todo un riesgo por la gran exigencia física que se precisa, pero la afición no se pierde nunca», declaró Cusí durante el desarrollo en Cascais (Portugal) de la primera etapa de la Audi MedCup 2011. Cusí destaca que «haber llevado como tripulante al Rey ha sido un honor que yo hubiese querido compartir con todos los barcos, y estoy orgulloso de ello. Yo no me consideré nunca su patrón, sino su servidor, en el mar y en la tierra, dentro y fuera del Bribón»
Cinco Copas del Rey, dos Sardinia Cup, doce Copas de España, 11 trofeos Conde de Godó, una Copa de la Reina, tres Trofeos Príncipe de Asturias y otras muchas victorias, son el palmarés de esta saga única.
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Con 73 años a sus espaldas hace bien el rey Juan Carlos, nacido en Roma, en el exilio, en dejar el deporte de alta competición. No es un dios del Olimpo, es un simple rey, que como en el ajedrez, como el peón, irá al mismo cajón cuando acabe la partida. En Palacio usa bastón para su locomoción, que me parece humano y normal a su edad. Juan Carlos de Borbón ha tenido, por sus avatares, una vida de película y no tipo Sissi, por lo que yo me sé, con gran vinculación con Mallorca, donde ha vivido sus pasiones más vehementes y arriesgadas, con las excepción de sus pretendidos amores de camastro con Bárbara Rey. Antes ocupó este trono orgiástico una mallorquina. El monarca, ahora cojeando, si que podrá decir, con razón: QUE ME QUITEN LO BAILADO.