El irlandés Daniel Martin (Garmin) sorprendió a los favoritos de la Vuelta al adjudicarse la novena etapa disputada entre Villacastín y el Alto de La Covatilla, de 183 kilómetros, en la que el holandés Bauke Mollema (Rabobank) se puso líder tras el hundimiento de Joaquim Purito Rodríguez, gran derrotado de la jornada.
Martin, de 25 años y sobrino del legendario Stephen Roche, se incrustó entre los mejores para hacer valer su velocidad en la cima salmantina, donde celebró su estreno en la Vuelta por delante del nuevo líder, Bauke Mollema, otro joven interesante del pelotón, y del español Juan José Cobo (Geox).
Los favoritos mostraron sus grandezas y miserias en una jornada en la que los escaladores debían almacenar tiempo ante la contrarreloj de Salamanca. Buen día para el británico Wiggins (Sky), que entró cuarto, así como para Vincenzo Nibali, Denis Menchov y Jurgen Van den Broeck, separados en meta por 15 segundos.
Día nefasto para Purito Rodríguez, quien no pudo reforzar la Roja, como era su deseo ante la vía dolorosa que le espera en la contrarreloj. Se dejó 50 segundos que le oscurecen el futuro. Grande la víspera en El Escorial, se apagó en su terreno víctima de una pájara considerable.
El catalán sufrió «un mal día». Perdió el liderato por un segundo, pero mermó sus opciones al triunfo final. Antes de que el reloj ponga a cada uno en su sitio, solo aventaja en la general en 8 segundos a Nibali, en 26 a Van den Broeck, 59 a Wiggins, y 2.17 a Menchov. Renta insignificante.
No solo se apagó Purito en La Covatilla. El italiano Michele Scarponi (Lampre) defraudó las expectativas. Segundo en El Escorial, perdió el tren de cabeza cuando se desataron las hostilidades. Como Igor Antón (Euskaltel Euskadi), que no levanta cabeza. Ambos se cargaron 1,49 minutos en su casillero. El ciclista transalpino desapareció del top ten y el vasco ya está a 4.31 del líder. Ahora, a pensar en pescar alguna etapa.
La jornada guardó su esencia para el ascenso de 18 kilómetros a la estación de esquí que inauguró Santi Blanco en 2002, aunque el lío se montó en los últimos 10, poco después de que el alemán Sebastian Lang (Omega) claudicara como último superviviente de la escapada del día.
Purito se preocupó de bonificar 2 segundos en el esprint de Béjar, a pie de puerto. Tal vez una señal de una ambición que no tuvo continuidad. El Lampre estiró al personal ya cuesta arriba y su líder, Scarponi, fue el primero en lanzar un envite. Primera selección, y primeros síntomas de que algunos no andaban finos.
El siguiente en probar fue Nibali, el defensor del título, a 5,5 kilómetros de la cima. El líder del Liquigas no se pudo marchar, pero sí lo hizo Daniel Martin, que tuvo permiso de los gallos para abrir hueco. Surgió la alianza familiar, pues se pegó a su rueda su primo Nicolas Roche.
Otro ataque de Nibali a 4 sirvió para alcanzar a Martin y Roche y descolgar definitivamente a Purito. Y ya se juntaron los que iban a discutir la etapa. Pidieron voz y voto los «desaparecidos» Wiggins, Menchov y Van den Broeck, entre los que se metieron también Mollema y Cobo, entre otros.
Ocasión de oro para los rodadores que sueñan con la cronometrada charra. Wiggins se echó a la espalda el ritmo del grupo hasta la recta de meta. Casi asfixia a Daniel Martin, quien sacó su carta marcada. No tuvo más que acelerar para poner su nombre en el palmarés de la Vuelta.
Ya lo había escrito hace un año con el triunfo en la Vuelta a Polonia, y en 2009 con un segundo puesto en la Volta a Cataluña, superado solo por Alejandro Valverde.
El premio gordo para Martin, el honor de vestirse de rojo recayó en otro joven talento del pelotón, Bauke Mollem, de 24 años, un corredor que irrumpió en 2007 con triunfos de postín en el Tour del Porvenir y Circuito Montañés. Falta la confirmación en la esfera profesional. No se conforma con cualquier cosa el ciclista del Rabobank. «Estoy un poco fastidiado. No buscaba el liderato, sino ganar la etapa», dijo.
La Vuelta queda pendiente de un reloj. De momento los escaladores no han aprovechado sus oportunidades. Los contrarrelojistas han sobrevivido. Y Nibali, mientras, a nadar en todas las aguas con la idea de llegar a Madrid con la camiseta roja.
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