Un recorrido de 201 kilómetros entre York y Sheffield jalonado de cotas agrupó a los favoritos de la general para medir fuerzas y discutir la victoria. Entre todos emergió a 2 kilómetros el campeón de Italia para aguantar en solitario los últimos 1.800 metros.
Decisión, oportunismo y fuerza en un certero mordisco que le permitió estrenar su palmarés en el Tour y enfundarse por primera vez el maillot amarillo. Además fue una victoria simbólica, ya que se cumplían 100 años de la fundación de Astana, capital de kazajistán y 74 aniversario del presidente de ese país, Nursultán Nazarbaiev, datos que quiso recordar el ganador.
El ganador de la Vuelta 2010 y del Giro 2013 cruzó feliz la meta, mostrando con orgullo la bandera tricolor. El líder del Astana dejó clavados a sus rivales, que no reaccionaron a su «aletazo». Aventajó en 2 segundos al belga Van Avermaet (BMC), al polaco Michal Kwiatkowski (Omega) y al ramillete de favoritos con Contador, Froome, Valverde, Talansky, Mollema y Van Garderen.
Una victoria que reivindica al ciclista siciliano, criticado por una temporada sin triunfos. En una semana ha tapado algunas bocas: campeón nacional y líder del Tour. Después de un último kilómetro agónico, se le abrió el cielo.
«Había mucho viento, pero el último kilómetro ha sido extraordinario, se me ha hecho muy largo. Era importante para mi lograr esta victoria. Todavía más contento por el hecho de ser padre», dijo eufórico el «Tiburón» del Estrecho de Mesina, único corredor del pelotón que ha vestido de líder en el Tour, el Giro y la Vuelta.
También destapó Nibali sus intenciones para este Tour. Señalado como tercer o cuarto candidato, se rebela a ser un segundón. «Voy a tratar de no perder la cabeza. Va a ser difícil conservar el liderato hasta París, pero mi objetivo es llevármelo a casa, aunque sé que ahí están Contador y Froome», explicó.
La «mini Lieja-Bastoña-Lieja» británica resultó una prueba de supervivencia, de un desgaste que hizo añicos el pelotón. 200 kilómetros de sube y baja demoledores para algunos. El alemán Kittel se despidió de la prenda dorada a las primeras de cambio. Llegó a meta a 20 minutos. Y el español «Purito» Rodríguez se dejó un cuarto de hora.
La jornada empezó como la primera, con una expectación impresionante. Más de 20.000 personas despidieron al pelotón en el hipódromo de York. Un ambiente que se extendió por todo el recorrido, como si la marea humana habitual en el Tourmalet o en el Alpe D'Huez se hubiera trasladado a las pequeñas tachuelas del Condado de York.
Ese fervor no solo aporta sensaciones positivas. Para algunos resulta un motivo de preocupación, ven peligroso el desbordamiento de publico en las carreteras.
«Vas en tensión. Hay mucha gente que se mete en el asfalto, ves sillas de ruedas, aficionados con perros. Es peligroso», comentaba Contador en meta.
Sin Cavendish en el pelotón, lesionado por su falta grave en el esprint de la víspera, la «clásica» británica se puso en marcha con una fuga de siete Kadri (AG2R), Fonseca (Bretagne), Quemeneur (Europcar), Busche (Trek), Lemoine (Cofidis), De Cerq (Lotto) y el español David De La Cruz (NetApp), un debutante en el Tour.
La escapada controlada desde el principio murió poco después de la Cota de Holme Moss (2a), a 57 kilómetros de meta, donde solo aguantó Kadri unos kilómetros de rebeldía. En ese punto, Kittel dijo adiós al maillot amarillo. Los equipos de los grandes empezaron una nueva etapa.
Los favoritos se agruparon ante una posible batalla. El Garmin con Slagter y Talansky redujo el grupo a 30 unidades. Allí estaban los gallos preparados para afrontar la última tachuela de Jelkin Road, a 5 kilómetros de meta, con 800 metros al 10,8 por ciento y un tramo del 30.
Ahí se mostraron los candidatos. Contador atacó en cuanto se levantó la carretera, sin éxito; y luego le contestó Froome con otro acelerón. Fuegos de artificio, de tanteo, para probar. Sin más.
Ya en el llano saltó Sagan, incansable en busca de la victoria, tratando de rematar el esfuerzo del Cannondale. Pero el eslovaco tampoco fue lejos. Restaban apenas 2 kilómetros cuando Nibali quemó la traca. Todo o nada. Los demás se quedaron mirando.
Craso error, pues «el Tiburón» se puso alas y no permitió que le echaran el guante. Por dos segundos, pero suficiente. Esa es la ventaja que tiene en la general sobre Sagan, Van Avermaet y los ilustres. Saldrá de amarillo en la tercera y última etapa británica entre Cambrigde y Londres, de 155 kilómetros.
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