El jugador británico, finalista en 2010, 2011 y 2013, superó a Berdych en tres horas y 26 minutos. Se enfrentará en la final del domingo con el ganador del encuentro de este viernes entre el serbio Novak Djokovic y el suizo Stan Wawrinka, defensor del título.
Murray ganó el acceso a su octava final de un Grand Slam en una auténtica batalla de nervios que superó con acierto. El de Dunblane, ganador del Abierto de EE.UU. (2012), Wimbledon (2013) y la medalla olímpica en Londres, saltó a la Rod Laver Arena, con demasiadas emociones en su piel.
Se enfrentaba con Berdych, uno de los cinco jugadores de nivel con los que tiene un balance desfavorable (6-4), junto con Djokovic (15-8), el español Rafael Nadal (15-5), el suizo Roger Federer (12-11) y el canadiense Milos Raonic (3-2), con su excompañero de equipo, el venezolano Daniel Vallverdu en el banquillo del checo, conociendo sus secretos y puntos débiles.
Las alarmas estaban encendidas porque además, Tomas no había cedido un solo set en los cinco partidos anteriores en esta edición del torneo, y estaba fresco, tras invertir una hora y 36 minutos menos que Andy en alcanzar las semifinales.
Todas estas circunstancias debieron acudir a su mente porque en el primer set Murray se mostró errático, desajustado con su saque, sirviendo equivocadamente, incluso al otro campo de recepción, y cometiendo dobles faltas.
Berdych aprovechó ese desconcierto general para colocarse con 5-3 y servicio, pero el checo fue una vez más el tradicional jugador inseguro en los momentos clave y no supo rematar, incluso tras su artimaña de parar el partido con una absurda reclamación al juez de silla, el francés Pascal Maria, sobre el estado de un par de bolas.
«¿Dónde vas Andy, dónde?», se gritaba así mismo el escocés, inmerso en un mar de dudas, que a trancas y barrancas logró romper a continuación y forzar el desempate.
En este juego, Murray rompió cuerdas en su raqueta (3-3) y desperdició un punto de set. Mientras que Berdych logró aprovechar la suya para cerrar el parcial en 77 minutos.
Corría el segundo juego del segundo parcial (1-0 para el escocés y 30-0 para Berdych) cuando un perfecto globo de Andy desconcertó al checo de tal forma, que sufrió un lapsus que luego pagaría muy caro.
Primero, resbaló y aguanto el tipo como pudo, y luego se cayó sobre el piso azul de la Rod Laver Arena, y aunque acertó con su raqueta perdió el punto. Se sucedió entonces una auténtica exhibición de Murray que ganó 16 de los 20 puntos en disputa hasta el 4-0, y prosiguió hasta endosar un «rosco» al verdugo de Rafael Nadal.
Ante espectadores de lujo, como el cantante estadounidense Kenny Rogers, Murray prosiguió su clase maestra, en una batalla a muerte desde el fondo. Rompió de nuevo en el sexto juego del tercer set para hacerse con este tercer parcial, y caminar seguro en el cuarto, donde también fue más efectivo.
Berdych se desesperaba, miraba a su banquillo donde su novia y próxima esposa, la modelo checa Ester Satorova, le insuflaba ánimos, pero no encontraba la manera de acabar con su frustración en la pista y de robar el saque de su rival.
Kim Sears, que se casará con Murray también este año, sonreía al contrario en el banquillo del escocés, donde su entrenadora, la francesa Amelie Mauresmo, asentía complacida ante el buen juego de contención de Andy, genial en las defensas esta noche, buscando las bolas en los ángulos y contraatacando con acierto.
Los nervios iniciales de Murray se trasladaron a Berdych, que cometió una doble falta en el undécimo juego (la sexta de su cuenta) y luego falló un revés largo. Andy logró una rotura crucial y ejerció de maestro para sentenciar el partido por la vía rápida. Lo ganó en blanco y silenció a Berdych con un saque directo en la línea, junto a la «T», para esperar ahora rival en la final.
El partido se movió en números ajustados. Murray firmó 40 golpes ganadores, tres más que Berdych, 42 errores no forzados, uno menos que Tomas, y 139 puntos en total, por 118 del checo.
Al final, Murray dio todo el crédito de su victoria a su entrenadora Mauresmo. «Mucha gente me criticó al principio pero hemos demostrado que las mujeres pueden ser muy buenos entrenadores también. Madison Keys se ha plantado en las semifinales y tenía a Lindsay Davenport en su banquillo», dijo. «Ella ha sido muy importante para mí en los últimos meses y creo que se le ha criticado injustamente».
Tampoco se mordió la lengua sobre Vallverdú. «Dani y yo hemos sido amigos desde hace 15 años y siento que ha sido un poco injusto cómo se nos ha tratado», dijo defendiendo su amistad, inalterable a pesar de su distanciamiento.
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