El ciclista mallorquín Enric Mas, en la imagen en el centro con el brazo apoyado en el pedal de la gran bicileta, ya conoce bien el Col de la Loze donde hoy finaliza la etapa del Tour de Francia. Los ciclistas de Movistar llevaron a cabo la preparación de la gran ronda francesa en este puerto y por lo tanto sus curvas y su terrible inclinación (el 8.4%) no les va a sorprender. El corredor de Artà es octavo y además de defender esta posición intentará tener protagonismo en una etapa espectacular. | MOVISTAR TEAM/PATXI VILA

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Llegó el día esperado por todos los ciclistas, especialmente los amantes de la montaña, la etapa reina del Tour de Francia de hoy miércoles promete un infierno para los ciclistas en su cota más alta, a más de 2.300 metros, donde llega una carretera recién asfaltada que la ronda gala descubre por primera vez y que conduce al Col de la Loze. El techo de la edición es la quinta meta más alta de la historia centenaria de la carrera y, sobre todo, una caja de sorpresas en la que los organizadores sueñan con proponer un ascenso que marcará época. Y en esta película puede tener mucho que decir el ciclista mallorquín Enric Mas, octavo en al general a 3:15 del líder y con ánsias de tener protagonismo en la que es la etapa más seguida de la gran ronda gala. El final de los 170 kilómetros que comenzarán en Grenoble es una traca impresionante, «el puerto del siglo XXI», en palabras del director de la carrera, Christian Prudhomme, ansioso por conocer cómo responderán los cuerpos a su nueva propuesta.

La novedad consiste en el encadenamiento de pequeñas rampas de hasta el 20 % en una sucesión infinita de curvas en los últimos 7 kilómetros de ascenso. Se trata de un camino que conduce a la cima del puerto, asfaltado por los propietarios de la estación de esquí para atraer al Tour, una perla para la carrera que no dudó en incluirla en su recorrido. «Y se convertirá en un clásico», promete el director deportivo, Thierri Gouvenou. La primera parte asciende hasta la estación de Meribel, por donde ya pasó el Tour en 1973 sin proponer un gran espectáculo porque sus rampas no son demasiado intensas. Pero el nuevo trazado, «que conduce a las estrellas», según Prudhomme, dará picante a la jornada. No hay subidas como esa en los Alpes, más acostumbrados a otro tipo de puertos, menos empinados, largos y desgastantes. La sucesión de la subida a Meribel y de este nuevo trazado augura una batalla impresionante. Con el componente de que se desarrollará en buena medida por encima de los 2.000 metros, que los ciclistas superarán antes, en el puerto de la Madeleine, un clásico de la carrera que, sin embargo, también propondrá una nueva vertiente, una carretera más estrecha y empinada de 17,4 kilómetros al 8,4 % de pendiente media.

Tras descender la Madeliene, el pelotón pondrá rumbo a Meribel y a esta nueva cima nacida para integrar la leyenda del Tour. Es el gran momento esperado. «Me he sentido muy bien hoy. Este miércoles es una etapa muy, muy importante y esperemos estar a la altura» dijo Mas.