Santiago Lange posa junto a su embarcación en s'Arenal. | Teresa Ayuga

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Siete Juegos, tres medallas olímpicas -dos de bronce y una de oro-, varios títulos de campeón del mundo a sus espaldas e incluso presencia en la Copa del América… La lista de méritos de una leyenda viva de la vela mundial resulta interminable. Aunque su victoria más trascendental, la que le permitió alcanzar más tarde la gloria en Río 2016, fue la de superar el peor de los baches que la vida y el deporte han puesto en la singladura de Santiago Lange (San Isidro, Argentina, 1961). Superar un cáncer, volver a ser competitivo tras perder el 80% del pulmón izquierdo y coronarse campeón olímpico meses después engrandece la leyenda de un regatista único.

Un icono que estos días es uno más dentro del universo náutico en que se convierte la Bahía de Palma con motivo del 52 Trofeo SAR Princesa Sofía, en el que compite en la clase Nacra 17, junto a su nueva compañera, Victoria Travascio, tras dejar atrás su periplo junto a Cecilia Carranza, con la que se colgó el oro olímpico y fue abanderado cinco años después en Tokio.

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Lange, en un momento de su encuentro con este diario. Foto: Teresa Ayuga

Han pasado 38 años desde su primer título mundial, pero sigue manteniendo «la ilusión de un muchacho. Sino, no estaría aquí», comenta con buen humor. Y ante la «pregunta que siempre me hacen», la que insinúa su posible adiós, sabe esquivarla bien, con la maestría que tiene en el campo de regatas. «Mi espíritu competitivo está intacto. Amo lo que hago, es un deporte maravilloso la vela y creo que no sabría estar fuera de él», confiesa Lange.

Compite contra los hijos de sus rivales, que ahora entrenan a sus nuevos oponentes en el agua. «Suena raro, pero yo lo entiendo como un privilegio. Lo son la vela y la vida», refiere el ilustre navegante argentino, que destaca la evolución de su deporte «por las embarcaciones, los materiales, la velocidad… En el Nacra 17 he encontrado mi espacio y ahora tengo un nuevo reto en la adaptación a mi nueva compañera (Travascio) y en un Trofeo Sofía que es clasificatorio para París 2024», recuerda.

La opción de disputar los que serían sus octavos Juegos Olímpicos «suena como algo muy fuerte», espeta Lange, que recuerda con nostalgia sus primeros experiencias en la gran cita, pero especialmente el oro de Río 2016, más tras todo lo que le tocó vivir en los meses previos, dentro y fuera del agua. «El momento que todo deportista quiere vivir», admite.

Punto de inflexión

Pero para llegar a aquella cita tuvo que superar la prueba más exigente. Un problema de salud que, casualmente, pareció hallar un punto de inflexión en Mallorca, en el Sofía. «En 2014 y 2015 me ponía cada vez más enfermo. Cada vez que volaba en avión me resfriaba... En marzo de 2015, aquí precisamente, me resfrié mucho y estuve en cama una semana. Apenas podía navegar», recuerda. «Regresé a Argentina y mi médico personal descubrió un nódulo en mi pulmón izquierdo… No me lo podía creer…», prosigue. Después llegó la opción de operar «y quitarme en 80% del pulmón izquierdo. Fue el día de mi 54 cumpleaños, el 22 de septiembre. Pero en ese momento ya sólo pensaba en recuperarme y volver», aseguraba con gesto emocionado en su encuentro con Última Hora en el Club Nàutic de s'Arenal.

Ahí encontró la motivación para pensar en Río y en los Juegos, y semanas después de pasar por el quirófano ya estaba sobre el barco. «Los médicos me dijeron que iba a estar bien con un solo pulmón… Yo no les creía, pero tenían razón», explica. El resto fue un largo camino con final feliz. «El cáncer fue algo duro en mi vida, un desafío grande», asegura con rotundidad, a la vez que agradece «haber sido educado en un deporte como la vela, en el que juegas con la naturaleza y te ayuda a superar realidades adversas como la que me tocó vivir». Desde ese punto, Lange encontró «una motivación enorme para ir a Río, con la suerte de tener detrás a mi familia, amigos, al equipo… En esas situaciones, la generosidad de todos fue espectacular», recordando la experiencia en Brasil junto a sus hijos.

Más de treinta ediciones del Sofía le contemplan y conoce Santiago Lange Mallorca y sus aguas «como mi casa, que para mí Palma lo es. He pasado mucho tiempo navegando y tengo grandes amigos aquí». El presente y el futuro pasan por París 2024. «Ahora toca focalizarse en este objetivo. Si no lo alcanzamos, pues tal vez hasta aquí habremos llegado y a descansar. Pero, por ahora, soy feliz con este desafío», refiere al respecto, aunque lo que le mueve es el cariño de la gente. «Me fascina tener la suerte de compartir la vida con todos los que me rodean», dice toda una eminencia. Santiago Lange, el regatista que demostró que nada es imposible, incluso con un pulmón menos.