Van der Poel (Kapellen, 28 años), quíntuple campeón del mundo de ciclocrós y una vez de montaña, ya tiene el arcoíris de fondo en carretera. Lo conquistó imponiendo su clase y su fuerza, con un ataque a 22 kilómetros de la meta que le permitió marcharse en solitario y fulminar a todos sus rivales directo.
El neerlandés adornó su hazaña con épica, pues se cayó a 16 de la meta. Se dañó el costado derecho, pero no fue obstáculo para levantar los brazos en Glasgow. Pero se lo podía creer, pues se proclamó nuevo rey del arcoíris después de 6 horas 7 minutos y 27 segundos encima de la bicicleta.
Un ataque que hundió a las otras grandes estrellas del ciclismo mundial. El belga Wout Van Aert llegó a la meta a 1:37 minutos para colgarse la medalla de plata, mientras que el esloveno Tadej Pogacar, que lo hizo a 1:45, logró el bronce al superar en la línea al danés Mads Pedersen.
El ciclismo español no tuvo su día más brillante. El primer clasificado fue Alex Aranburu, en el puesto decimonoveno a 8:30 minutos del vencedor.
Con la carrera lanzada después de la salida junto al Parlamento escocés, ya se habían formado las primeras escapadas, cuando un grupo de activistas manifestaron sus inquietudes pegando sus manos en plena carretera. Los nueve corredores en fuga se detuvieron, lo mismo que los perseguidores y el pelotón, que circulaba tranquilo a 8:30 minutos de la cabeza de carrera.
No fue fácil despegar las manos de los autores de semejante idea, pero por fin se reanudó la carrera. Eso sí, después de casi una hora, tiempo que muchos aprovecharon para comer, charlar e incluso hacerse fotos con componentes de la carrera. Empezó de nuevo el Mundial, con 191 kilómetros por delante.
El pelotón superó compacto el paso por Crow Road (5,8 km al 4%), principal dificultad antes de llegar al circuito final de Glasgow, donde empezó el Mundial de verdad. En las calles de la ciudad escocesa llegó la locura. Había que dar 10 vueltas a un circuito de 14,4 kilómetros con 45 curvas y varios repechos urbanos.
Cerca de 140 km. de tensión hasta la meta. Se acabó la tranquilidad. Dinamarca impuso el paso para seleccionar un grupo de 90 corredores que perseguían a la fuga limando tiempo paso a paso. Sin tregua en un circuito criticado por ser demasiado "ratonero", con 450 curvas en total, pero divertido para el espectador. Fue llegar a Glasgow e instalarse la sensación de que algo podía pasar en cualquier momento.
El primero en atacar fue el francés Julian Alaphilippe, pero el francés no es aquel que ganó dos mundiales y enseguida fue reducido. A 98 de meta comenzó un festival de ataques y de acelerones que convirtieron la carrera un inexorable proceso de eliminación.
La fuga inicial se disolvió a 69 de meta, cuando los favoritos ya habían tomado el mando de las operaciones. Evenepoel atacó en tres ocasiones, pero solo fue un preludio de su hundimiento, pues el entonces campeón del mundo se iba a echar a un lado. También tensaron la cadena Van der Poel y Pogacar.
Fue el italiano Alberto Bettiol quien logró distanciarse del grupo de ilustres. Los clásicómanos al mando del Mundial. Sin Remco en la "pomada", la lluvia aportó peligro en cada curva, y la emoción iba en aumento. Atrapado Bettiol, llegó el momento clave de la prueba. La carrera había eliminado ya a 190 participantes.
A 22 kilómetros de la meta, a falta de vuelta y media, explotó Mathieu van der Poel. Hachazo seco que hizo astillas a sus rivales. Van Aert, Pedersen y Pogacar fueron condenados a perseguir, aunando fuerzas, pero ya con poco convencimiento
Se abrieron expectativas cuando Van der Poel sufrió una caída en una curva a derechas. Golpe contra la valla, pero el maestro del ciclocrós se levantó enseguida para subirse a la bici y seguir el camino de gloria. Pudo mantener 30 segundos de ventaja, a pesar de tener problemas con una zapatilla.
Tremendo Van der Pol, poderoso en su pedaleo, directo a poner punto final a una sequía neerlandesa de 38 años en el Mundial. El mítico Joop Zoetemelk se impuso en 1985, y ahora Van der Poel volvió a ponerse en el pecho el arcoíris del campeón.
Impotencia en las otras estrellas del ciclismo. Pogacar, Van Aert y Pedersen se rindieron. Se miraban resignados a repartirse la plata y el bronce. El oro ya estaba del palmarés de Van der Poel, en una año triunfal con sus éxitos en la Milán-San Remo y la París-Roubaix.
Una edición épica a la que se unió la lluvia en el técnico y revirado circuito de Glasgow. Un escenario para supercorredores, en el que los mejores del pelotón se midieron palmo a palmo. Evenepoel cedió el testigo del arcoíris a Van der Poel, que en unos días es también aspirante al título mundial de montaña
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