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El Real Mallorca alcanzó ayer un principio de acuerdo con Marcos Martín de la Fuente para rescindir el contrato que vincula a ambas partes. De no surgir problemas inesperados entre el director del fútbol base -mano derecha de Fernando Pons Niza- y la nueva propiedad, el ex futbolista dejará de pertenecer a la entidad balear durante esta misma semana y seguirá por lo tanto el camino de Francisco Navarrete, otro baluarte de la secretaría técnica, que cerró la puerta del club la pasada semana. El adiós del técnico permitirá que Pep Sansó, uno de los fichajes de Serra Ferrer, tome definitivamente el control de Son Bibiloni junto a Pep Alomar, responsable del área de formación en este nuevo proyecto. Ambos deben organizar una sección abandonada en el último lustro, en la que era inviable trabajar siempre y cuando no hubieran prescindido del antiguo régimen .

De esta forma, sólo quedará Nando Pons atrincherado en su despacho al haber sido imposible -de momento- llegar a un acuerdo para rescindir su contrato. El Mallorca espera ahora que la jueza que tutela el concurso de acreedores, Maria Encarnación García, tome una decisión al respecto o en su caso sea Víctor Fernández, el magistrado que este mes es quien toma las decisiones.

Coto cerrado

Marcos se hizo con el control de Son Bibiloni poco después de haber finalizado su etapa como jugador del primer equipo y su entrada en el club fue debida a la amistad que le une con el todavía director deportivo de la SAD Balear.

Desde su incorporación se formó un grupo homogéneo, cerrado al exterior y al que pocos rendían cuentas, que estaba formado por el propio Marcos, Pons, Navarrete y también Gregorio Manzano. Los cuatro supieron jugar con maestría sus armas y se aliaron con quien mejor podían hacerlo para garantizarse el futuro: Vicenç Grande. Aprovechando sus nulos conocimientos futbolísticos, los cuatro fueron capaces de convertirse en imprescindibles para el proyecto del promotor inmobiliario y cada uno a su manera se consolidó en sus respectivas áreas de gobierno. Aguantaron los procesos de venta, vieron el cielo abierto con la llegada de Mateu Alemany tanto para suplir al que fue su admirado Grande como para sustituir a Martí Asensio.

En ambas situaciones, Alemany no podía tomar medidas como la que toma ahora la entidad, y en la época de los Mingarro, fue para ellos un juego de niños saber manejar a su antojo a un propietario sin experiencia para tomar decisiones. Fue precisamente su inexperiencia lo que le llevó a dar a conocer sus planes de recortar la secretaría técnica. Entonces, el grupo se unió, evitó descomponerse y los recortes afectaron al escalafón inferior, pero no a la cúpula de lo que había sido el verdadero órgano de poder del club.

La llegada de Serra y el hecho de que el Mallorca instara concurso de acreedores dejaba a todos ellos en una posición de debilidad en la que nunca antes se habían encontrado. El primero en marcharse fue Manzano, al que no se le renovó el contrato. Le siguió la pasada semana Navarrete y ahora le toca el turno a Marcos. Falta concretar el adiós de Pons, cuya negociación para rescindir su contrato no ha prosperado. Ante esta falta de acuerdo serán los administradores concursales quienes marquen el camino a seguir, pero lo que está claro es que lo que antes era un muro infranqueable para cualquier propiedad, ahora es una simple pared que se derriba con la simple brisa matinal.