Jose Luis Oltra, sentado en el banquillo observando el desarrollo del encuentro. El entrenador del Mallorca solo pudo asistir auna nueva goleada en contra. | M. À. Cañellas

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La música retumbaba en el vestuario del Zaragoza al término del partido. Lo peor de perder en Son Moix es precisamente eso, que los entrenadores comparecen en rueda de prensa con sintonía de fondo y habitualmente es un sonido atronador, más acorde con una sesión de tortura psicológica que con una celebración tras una victoria. Paco Herrera apareció ante los periodistas sin voz, con la mirada lenta, sudando por todos sus poros. Ganó su equipo, pero visualizó la derrota durante muchos minutos.

Oltra llegó más entero, aunque previsiblemente la procesión iba por dentro. Debía dar explicaciones por una derrota que «no entraba en los planes». Y es que uno nunca suele estar preparado para la derrota, pero esta temporada habrá que acostumbrarse. El Mallorca es un ascensor que sube y baja y ayer cayó al sótano. «El rival juega y tú tienes días también. Durante 35 minutos el partido estaba parejo y nadie pensaba que nos iríamos al descanso con cero goles a tres. Nosotros somos ese equipo que cuando pierde lo hace de forma clara y abultada, que se descompone en cada jugada adversa. Hemos perdido por diez minutos donde el equipo se ha ido», relataba el técnico valenciano.

Vías de agua

Tiros fuera del área, falta de agresividad, carencia de solidez entre líneas...demasiadas vías de agua para un barco que siempre navega en un mar embravecido y cualquier golpe de mar le hace naufragar. A eso se le llama debilidad. «En diez minutos el equipo se ha tambaleado, le ha costado asimilar el primer gol encajado y lejos de serenarnos e insistir ha habido 8 minutos donde se han producido errores graves, desajustes, contras del rival porque no sabes si ir a apretar o juntarte y hemos perdido el norte y nos han hecho tres goles que nos han condenado», subrayaba el entrenador del Mallorca.

El descanso dejó un panorama desolador, pero con un hilo de vida. Del tres a cero se pasó al tres a uno y jugando con superioridad numérica. La película seguía siendo de terror, pero el guión continuaba redactándose y el final no estaba escrito. «El cuarto gol nos ha matado porque si marcas el dos a tres o el tres a cuatro entonces cambian las sensaciones, pero al no llegar ese momento de ponerte cerca siempre ves lejos la posibilidad de remontar y terminas obcecándote. Luego ellos se han defendido bien, han aprovechado sus momentos y han ganado. Esta es la película del partido, o la menos mi película», manifestó el entrenador del Mallorca.

Desilusión

Para el técnico valenciano, más allá de la derrota preocupa la desilusión que un resultado de estas características siembra en la afición. Se deja de creer y cuando a falta de diez minutos la procesión de seguidores que abandona el campo es tan fluida, eso es un claro indicador de que reina el desánimo, la indiferencia. «La afición viene, nos anima, apoya y ayuda y no terminamos de engancharla y de que se sienta orgullosa de su equipo y de que desaparezcan las dudas. Lo que queremos es ser un equipo sólido y fiable y como digo me preocupa más lo que se puede generar hacia afuera que hacia adentro», insistía el entrenador del Real Mallorca. «El problema no es ahora la distancia que nos tomen, el problema es ser capaces de ser regulares en el rendimiento, no dar pasos atrás que nos hagan dudar y espero que durante la semana este resultado no nos afecte de cara al choque ante el Tenerife», precisó el entrenador del conjunto balear.

«He visto cosas que no vi la semana pasada, cosas que no me gustaron, pero no todo fue malo. En el descanso creía en la remontada, pero no llegamos nunca a meternos en el partido aunque teníamos llegadas y jugábamos en su campo», subrayó Oltra.

Paco Herrera calificó el partido en Son Moix como «la victoria perfecta» y en su semblante se percibía todavía el sufrimiento de un hombre que vivió el partido en el banquillo como si hubiese estado en el campo vestido de corto. Con un tenue hilo de voz explicó su alegría por haber ganado en un campo de un equipo, como el suyo, recién descendido. «Los equipos que descienden se desangran y hay que volver a armarlos. Eso nos pasa a todos», explicó Paco Herrera.