El mallorquinista David Generelo pelea por el balón con Iván Agustín.

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La tierra prometida está más lejos que nunca para el Mallorca, que ha empezado a bajar la mirada a partir de los últimos resultados. Tras cinco jornadas sin ganar (la peor serie de resultados de toda la temporada) en las que ha recogido solo 3 puntos de 15, y dos partidos sin agujerear la portería contraria, el equipo de José Luis Oltra se encuentra ya a 10 puntos de las posiciones que conducen directamente a Primera División, una brecha desconocida hasta el momento que obligará al equipo a redefinir sus objetivos. Al menos a corto plazo, ya que las prioridades del grupo en este punto de la competición no tienen nada que ver con las del nacimiento de curso.

Las miserias del Mallorca, lastrado desde la primera función del ejercicio, se han ido acentuando con el paso de las semanas y alcanzaron su punto más bajo en Anduva, donde el equipo encalló, de nuevo, ante un Mirandés instalado en el suelo de la tabla. Y ahora, con su entrenador colgando de un hilo y la plantilla rodeada por la bruma, el proyecto amenaza con venirse abajo.

La goleada del pasado 18 de agosto en la Nova Creu Alta, coincidiendo con la jornada inaugural, marcó el inicio del declive e inclinó una trayectoria que no ha vuelto a enderezarse. La toma de contacto del club con la categoría resultó especialmente traumática y tras el repaso de Sabadell llegaron otro en casa ante el Murcia y un tercero en El Molinón. Desde entonces el Mallorca ha caminado en todo momento en dirección contraria y en 27 capítulos del torneo ni siquiera ha metido los pies en los puestos de playoff . Su techo es la séptima plaza.

Con las baldosas del fondo de la clasificación marcadas en la espalda, el Mallorca ha tratado de crecer sin demasiado éxito. Entre otras cosas, porque a su falta de velocidad se ha unido también una alarmante intermitencia o porque ha sido incapaz de concatenar más de dos triunfos seguidos. Justo cuando se aproximaba a la cima, un resbalón le mandaba de cabeza al barro.

El mejor ejemplo de esa irregularidad se ubica cuatro jornadas atrás. El 26 de enero, concretamente. Ese día la formación balear venía de atropellar al Sabadell (4-1) para empaquetar su primera y hasta el momento única victoria de 2014 y se quedaba a unos centímetros de la zona más exclusiva de la tabla, la misma que llevaba observando con deseo desde que cayó en el pozo de la Segunda División. Sin embargo, se atascó en Murcia con un empate que al principio parecía valioso pero que luego solo ha acelerado su descomposición. Ahora Deportivo y Eibar (primero y segundo en la clasificación, respectivamente), están a más de tres partidos de ventaja. Una distancia casi imposible para un conjunto en llamas.

Ahora los futbolistas son partidarios de cambiar el discurso y de recuperar el pulso sin plantearse ninguna meta concreta. El sábado, ante el Barça B, volverán a comprobar si realmente cuentan con los argumentos necesarios para hacerlo.