Un momento del partido entre el Zaragoza y el Mallorca.

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Real Zaragoza 1 - 1 Real Mallorca

Real Zaragoza: Leo Franco, Fernández, Arzo, Álvaro (Laguardia, min: 35) , Rico, Paglialunga, Acevedo (Víctor, min: 74), Cidoncha, Luis García (Esnáider, min: 88) , Montañés y Roger.

1 - R.C.D. Mallorca: Miño, Cadamuro, Ximmo, Bigas (Razzagui, min: 73), Agus, Thomas, Generelo, Nsue, Kevin, Gerard (Geijo, min: 88) y Tomer Hemed (Marco, min: 62).

Goles: 0-1 min. 5: Thomas; 1-1 min. 12: Roger

Árbitro: De Burgos Bengoetxea, del Comité Vasco. Amonestó a Acevedo por el Real Zaragoza y Cadamuro por el Mallorca.

Por duro que suene, el Mallorca debería empezar a prestarle más atención a lo que ocurre a su espalda. Después de siete jornadas sin ganar, de sumar sólo un triunfo en diez encuentros o de concatenar cinco empates como forastero, no le queda otra. Salvo excepciones, en ocasiones casi en forma de espejismo, el efecto del cambio de técnico todavía no ha calado en el terreno de juego y con sólo trece funciones por delante resulta difícil imaginar un final feliz. Porque el paso del equipo por Zaragoza, lejos de resolver ciertos enigmas, los ha enmarañado. Al final, el conjunto bermellón acabó metiendo un punto en la maleta, pero juntó a él viajaron también los mismos problemas que carga a hombros desde que descorchó el curso. Dijo Carreras después que será vital a final de temporada. Ahora solo falta saber en qué sentido (1-1).

Y eso que, casi sin esperarlo, el Mallorca se había encontrado con el nacimiento de partido soñado. El escenario ideal, casi idílico. Más intenso de lo habitual y ante un enemigo con convulsiones que vivía más pendiente de la grada que del tapete, el cuadro de Carreras supo aprovechar el contexto para desmarcarse y encender la luz.

Golpe

Es más, trituró su guión más repetido y le propinó tal golpe al Zaragoza que parecía que iba a ser suficiente para empaquetar el encuentro. El derechazo lo lanzó Thomas, inmenso durante todo el primer tiempo, que fusiló a quemarropa a Leo Franco después de recoger un rechace en la frontera del área.

El gol hizo que ardiera toda la pólvora que había esparcida por la grada maña, que se pasó casi toda la mañana tirando basura sobre sus dirigentes y su banquillo. Cada error, por insignificante que pareciera, era penalizado con vehemencia desde la tribuna y la crispación se convertía en el mejor aliado rojillo. Todo se había encarrilado. Estaba la jornada a punto de caramelo.

De todas formas, se trataba de una ilusión óptica y el Mallorca, responsable del fuego que asolaba La Romareda, se encargó de apagarlo con uno de sus característicos gazapos defensivos. En la primera llegada del Zaragoza a las cercanías del área bermellona Roger se hizo un hueco entre Cadamuro y Agus y agujereó a Miño. El cuadro de Paco Herrera acababa de resucitar. De la nada.

A partir de ahí, el partido derivó en una pila de despropósitos. Los errores se sucedían en los dos bandos y bastaba con equivocarse menos que el otro para salir a flote y rebañar alguna ocasión. Por supuesto, todas morían de la misma forma. Nsue, en una orilla, y Montañés, en la otra, desperdiciaban las mejores.

La segunda mitad se animó, más por la tensión clasificatoria que por lo que exponían uno y otro. En el caso del Mallorca, la pimienta la pusieron Marco Asensio, instalado al fin por dentro, o Razza, que en un par de minutos ensanchó su costado. Sin embargo, otro error a pocos metros de Miño estuvo a punto de arruinarlo todo.

Por fortuna para el Mallorca, Luis García no aprovechó un penalti de Cadamuro a Roger para escorar la balanza a tres minutos del final. O mejor dicho, lo impidió Miño con una estirada hacia su perfil izquierdo.

En plena locura los baleares retenían un punto aunque también permanecían más cerca del sótano que de la azotea. Y ahora, ¿qué?.