El Mallorca está herido de muerte. El equipo balear, diseñado para la gloria, va camino de la hecatombe. De una caída al abismo de la Segunda B que no entraba ni en las previsiones más pesimistas y que ahora es una posibilidad más que real. Ni siquiera la fortuna acompaña ya a un bloque entregado a su suerte que sufrió en Vitoria su cuarta derrota consecutiva, una debacle que llegó dos minutos después de que Hemed arrojara a la basura una ocasión a puerta vacía.
El tropiezo puede finiquitar a Carreras, apenas dos meses después de su llegada, aunque la raíz del problema hay que encontrarla unos pisos más arriba (1-0) El primer acto fue la historia de siempre. Un Mallorca aletargado, sin jugar a nada, sumido en la depresión y la desidia ante un enemigo con las uñas largas. Dispuesto a morder y a elaborar. Con el barro hasta las rodillas, el Alavés hizo todo para ganar. Tocaba, miraba, creía. Aparecían Vélez, Emilio, Beobide, Borja... El grupo de Carreras apenas deambulaba.
Se pasó todo el primer tiempo encerrado en su parcelita del área con Miño apagando los numerosos incendios que provocaron los locales a base de córners -hubo hasta cinco consecutivos-, de faltas laterales y de remates con veneno. La más clara llegó al cuarto de hora, cuando Toti destapó todas las carencias de Nsue como lateral derecho y selló un remate forzado que escupió el poste derecho. Fue un acoso y derribo del ‘glorioso' ante un púgil tocado al que sólo la actuación de Miño sostenía en pie. El meta catalán taponó su meta con una parada de balonmano a un chut a bocajarro de Oscar Rubio y al filo del descanso tras un cabezazo del pichichi Borja Viguera que detuvo sobre la misma línea. Del portero en adelante el panorama era desolador. Hemed vivía en su islote particular, Gerard desaprovechado en una banda y ni Alex Moreno ni Marco encontraban la brújula. El Mallorca abrió el segundo tiempo con otra cara. Lo intentó primero con un empalme de Gerard que despejó Crespo y después con un chut cruzado de Hemed, tras una asistencia de lujo de Marco. Era un bloque mejorado. Ahora llevaba el peso del partido ante un rival escasamente convencido de unas posibilidades que habían sido tangibles apenas unos minutos antes. El cuadro de Alberto López había perdido chispa y lo rifaba todo a un balón a la espalda de Ximo o Agus, pero la anticipación de Miño fuera del área evitó sorpresas. También hubo disparos lejanos con Marco Asensio como principal baluarte. Pero todo cambió en un minuto. De la gloria a la miseria. Nsue le regaló un gol a Hemed, que falló a un palmo de la portería y sin portero, y el Alavés no perdonó la suya. Ion Vélez dejó atrás a Antonio López en carrera, asistió atrás y Borja Viguera remachó para acercar al Mallorca al acantilado.
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