El lateral derecho, en una imagen captada en una de las tribunas del estadio rojillo. | M. À. Cañellas

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Pau Cendrós López (Palma, 1987) ha recuperado la sonrisa. Y en menos de una semana, entre presentaciones y sofocantes sesiones de entrenamiento, ya se la ha contagiado al resto de la plantilla. Tras dos años de ausencia en los que el Mallorca ha vivido prácticamente a oscuras (dejó al equipo en Primera y se lo encontró a pocos metros del barranco), el lateral regresa para quedarse y dejar, esta vez sí, su huella sobre la arena de Son Moix. Su salida y una mala experiencia en el fútbol belga le dejaron tocado y le convirtieron en un jugador más maduro, pero una llamada del Alcorcón y otra de Miquel Àngel Nadal le han devuelto a la superficie. No promete el ascenso, pero tampoco lo descarta. Ni mucho menos. Cree más que nadie en el nuevo proyecto y espera que la afición, tal y como ha hecho él mismo, entierre el rencor y mire únicamente hacia adelante. De momento, parece que el sol ha vuelto a colarse en el vestuario.

—Hace dos años que le abrieron la puerta y ya ha vuelto a cruzarla en sentido contrario. ¿Se le ha hecho muy duro el camino?
—La verdad es que los últimos seis meses se me han hecho muy cortos. En el Alcorcón he disfrutado mucho, del equipo y de la ciudad. Me acogieron muy bien y desde que llegué, el grupo fue hacia arriba. Cuando todas esas cosas salen bien al final estás contento. Pero es cierto que el año y medio en Bélgica, sobre todo al final, se me hizo muy largo. Ahora estoy feliz de volver a estar en la que considero mi casa.

—¿Volvería a repetir en el futuro con una experiencia parecida?
—Sí, claro, aunque antes me lo pensaría bien. Cuando no hay trabajo en casa, como cualquier otra persona, tienes que ir a buscarlo fuera. No queda otra.

—En el mundo del fútbol dos temporadas no son demasiado, pero en ese tiempo el club ha cambiado mucho. ¿Ha apreciado grandes diferencias desde dentro?
—El club vive ahora en una situación distinta y se nota. Estábamos en Primera, el equipo era diferente... Ahora tenemos un grupo muy joven, con gente con mucha proyección, y se está haciendo un bloque bien armado, adaptado a los nuevos tiempos. Es lo normal.

—Han cambiado el Mallorca y la situación, pero imagino que también lo ha hecho Cendrós.
—Cada año que pasa coges más experiencia y cuando sales al extranjero todo cambia. Tienes que acoplarte a unas costumbres, a un estilo de vida y de juego. Todos sabéis cómo soy y por eso digo que el último medio año en Alcorcón me ha ayudado a reengancharme, a coger el ritmo en mi vida y en el fútbol. En ese sentido me alegro de haber tomado la decisión de regresar, a España y, sobre todo, al Mallorca.

—Eso significa que en algún momento se desenganchó. ¿Qué pasó exactamente en Gante?
—La primera temporada jugué bastante, tanto con el primer entrenador como cuando llegó Víctor (Fernández). Pero los últimos meses fueron muy duros. A los españoles del equipo prácticamente nos apartaron y no estábamos nada cómodos. De hecho, al final nos echaron a todos. Iba a entrenar y no lo hacía a gusto, sin apenas ilusión. Había perdido la alegría. Por eso agradezco el paso por Alcorcón.
—En cualquier caso, ¿también se traducirá en su juego esa madurez de la que habla?
—No lo sé (risas), pero eso espero. Los dos años que pasé aquí en la primera plantilla fueron muy buenos y creo que mi rendimiento también, pero al final pasó lo que pasó.

—Habla muy bien del Alcorcón. ¿No se planteó seguir allí?
—La verdad es que no me hubiera importado, me apetecía. Me abrieron los brazos desde el primer día y me trataron genial todos, del primero al último. Es un club muy familiar, que sabe lo hay. Y es a partir de ahí cuando se hacen grandes los equipos. Son conscientes de lo que tienen y de cuál es lucha. Y con eso van a muerte, que es lo importante. Yo me sentía muy cómodo allí. Creo que debería ser un modelo para otros muchos clubes.

—¿Cómo recibió la noticia de su posible vuelta?
—Siempre había tenido la idea de volver y tras la llamada de Miquel Àngel (Nadal) nos pusimos de acuerdo muy rápido porque los dos queríamos lo mismo.

—Teniendo en cuenta su frustrado retorno de hace un año, la espina que se ha sacado debe ser doble.
—Tampoco me importan mucho esas espinas. Soy un tío muy alegre que siempre mira hacia adelante y muy poco rencoroso, nunca vuelvo la cabeza. Pero es verdad que tal y como está todo no voy a estar mejor en ningún otro sitio.

—Ha aceptado volver en uno de los peores momentos de la historia moderna del club y sabiendo lo que pasó la temporada pasada...
—Seguí muy de cerca la trayectoria del Mallorca, como he hecho y haré siempre, y lo que se demostró es que la Segunda es dificilísima Al equipo se le complicó todo y llegó al final con el agua al cuello. Es algo a lo que te expones en esta categoría.

—¿Desde fuera llegó a ver al equipo caerse al pozo?
—Estaba claro que había mucha calidad y al final la llegada de Olaizola le dio algo de espíritu, el punto de agresividad que le hacía falta de cara a los tres últimos partidos. Ahora hay que aprender de todo eso.

—Y este año, ¿qué?
—Lo suyo es ir poco a poco, como dijo el míster el primer día. En Segunda los objetivos no están tan claros como parece al principio, entre otras cosas, porque de veintidós equipos hay dieciséis que quieren entrar al menos en playoff. No hay que tener prisa. Se está haciendo un conjunto muy majo, sólido y solidario. Creo que es el camino correcto.

—¿Y a nivel individual?
—Espero jugar todo lo que pueda y ayudar a que estemos unidos, entre nosotros y con la afición, para quedar lo más arriba posible. Cuanto más alto, mejor.

—Después de una semana de pretemporada, ¿qué más cree que le hace falta a este equipo?
—Se está haciendo un buen trabajo, aunque está claro que faltan cosas. Un delantero contrastado, por ejemplo. Están perfilándolo y habrá que esperar a ver qué ocurre.

—¿Y los nuevos compañeros con los que ha coincidido hasta ahora?
—Muy bien, la verdad. Se está formando una buena piña y al final eso es lo que cuenta en esta categoría, en la que igual las individualidades no tienen tanto peso. El equipo debe ir por ahí y, sobre todo, plasmarlo en el campo.
—¿Se nota la ausencia de ese grupo de veteranos que existía hasta el año pasado con Nunes, Aouate o Pep Lluís Martí?
—En mi caso, solo puedo responder a la pregunta como amigo de todos ellos y con Pep, por ejemplo, hablo muy a menudo. Claro que se nota. Gente así no la encuentras a menudo y estaría encantado de que volvieran. Son unos profesionales excelentes y lo han demostrado, aquí y en otros sitios. Y además son buena gente. Por mí, cuanto más cerca estén de nosotros, mejor.

—En su caso, es el jugador más experimentado del vestuario en cuanto a ascensos. ¿Cree que el Mallorca asumió demasiada presión la campaña anterior?
—Creo que sí y que eso no es bueno. En mi caso, los dos ascensos fueron muy distintos. Con el Tenerife el equipo estaba hecho para subir, teníamos arriba a Nino y Alfaro, que reventaron la liga, y además de jugar muy bien íbamos como un tiro. En cambio, con el Levante partíamos con la idea de vivir en la mitad de la tabla, pero estando siempre muy juntitos empezamos a crecer. Aunque fuera con triunfos inesperados y por la mínima. Luego hicimos una segunda vuelta espectacular sin tener grandes nombres pero trabajando muchísimo.

—Este año, no obstante, parece que la categoría será aún más dura que la anterior.
—Parece que sí, al menos por los equipos que hay. Pero el mejor ejemplo es el del propio Mallorca. Con el nombre ya no le ganas a nadie y cualquiera te pinta la cara.

—Lo que sí parece positivo es que el equipo haya traspasado el cartel favorito.
—Ahora seguramente lo llevará el Betis, como es normal, pero ya he dicho antes que el número de candidatos es muy grande y que el futuro de cada uno lo acaba marcando el famoso ‘partido a partido'. Da igual cómo te llames.

—La mayor novedad de este año está en el banquillo, ¿qué tal está viendo a Miquel Soler?
—Muy bien. Lo tiene todo muy clarito y así son los objetivos que nos va marcando. Está haciendo una base sólida, que es de lo que se trata, y quiere empezar la casa por los cimientos.

—Este verano, además, toca hacer la pretemporada en casa.
—El calor que hace aquí se nota y no lo tienes ni en Austria ni en Holanda. Pero hay que adaptarse y punto, no creo que tenga más importancia. Tal vez hubiera sido interesante concentrarse unos días en algún hotel de la Isla, por aquello de la convivencia y de estar todos juntos, aunque tampoco pasa nada.

—¿Durante su exilio también ha seguido los problemas institucionales de la entidad?
—Más o menos. Ya dije el día de la presentación que es importante que haya unión y que todo se haga con naturalidad, que vuelva la normalidad. Eso es fundamental.

—Y para finalizar, ¿qué le diría a la afición que lleva dos años sufriendo muchísimo y sigue sin esperanzarse?
—Ya saben cómo soy y que siempre he defendido que trabajando bien se puede llegar a cualquier sitio. Tienen que confiar en nosotros. Lo de la temporada pasada ya quedó atrás y ahora empieza un curso nuevo, diferente. ¿O acaso alguien pensaba que iba a subir el Eibar? No se puede vivir mirando siempre hacia atrás. Y el que es del Mallorca lo será siempre, así que espero que nos apoyen.