El consejero delegado del RCD Mallorca, Maheta Molango. | Jaume Morey

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En pleno declive deportivo, con el equipo en caída libre hacia la Segunda División B y la estructura social fracturada, el consejo de administración del Real Mallorca SAD modificó recientemente sus estatutos para que sus consejeros puedan percibir un salario, cobrar dietas o facturar por diversos conceptos.

La medida fue aprobada en la última reunión del órgano de gobierno de la entidad balear y publicada el pasado lunes día 3 en el Boletín Oficial del Registro Mercantil. «Modificaciones estatutarias. Carácter remunerado del cargo de los Administradores, y, en su consecuencia, se modifica la redacción del artículo 30º de los Estatutos Sociales», señala el escrito.

En las próximas semanas deberá definirse la fórmula idónea para llevarla a cabo y los términos de la misma. También sus particularidades y algún aspecto más. Tampoco significa que se vaya a aplicar, pero es una posibilidad que ya contemplan los estatutos del club después de la modificación.

En la actualidad, tras la reducción en el número de miembros del consejo de administración aplicada durante la época de Utz Claassen, los miembros del órgano de gobierno de la entidad se ha reducido. Maheta Molango, Monti Galmés, Robert Sarver, Andy Kohlberg y Steve Nash integran el actual consejo de administración.

Dentro del órgano de gobierno existen diversas escalas a nivel organizativo. El presidente Monti Galmés, por ejemplo, ocupa un cargo meramente institucional que no está retribuido. Maheta Molango, por su parte, cobra un sueldo de alto ejecutivo por su función como gestor profesional.

EN PLENA TORMENTA
La medida se produce en plena tormenta. El pasado sábado, Monti Galmés fue increpado por un grupo de aficionados al término del partido ante el Nàstic. El presidente permaneció durante varios minutos en la primera línea del palco aguantando las críticas de la hinchada.

Maheta Molango, en cambio, optó por refugiarse del fuego cruzado y quedarse en un segundo plano, aunque el consejero delegado recibió todo tipo de improperios cuando abandonó el estadio de Son Moix, después de un empate que acerca al conjunto balear a la categoría de bronce después de tres décadas y media en el fútbol profesional.

Con el mallorquinismo en un socavón social, deportivo y económico y con el descenso al pozo de la Segunda División B más cerca que nunca, los actuales gestores del club han adoptado una medida antipopular, una opción que no estaba contemplada hasta la irrupción de la Administración Sarver.