—Medio millar de partidos. ¿Lo imaginó el día de su debut?
—La verdad es que estoy muy contento de alcanzar un número tan redondo. Cuando empecé a jugar no pensé en llegar a esa cifra. Ha sido un proceso muy lento, pero en ningún caso había hecho esas cábalas.
—¿Recuerda el primero?
—Sí, perfectamente. Contra el San Fernando y con Tomeu Llompart como entrenador. Debutar con el filial ya me parecía una pasada. Recuerdo compartir vestuario con gente muy buena. La etapa en el Mallorca B fue muy bonita, disfruté muchísimo.
—Cuando usted debutaba, Joan Sastre, que hoy es su compañero, solo tenía cuatro años…
—Me llevo muy bien con él y a veces le digo que tiene que hacerme caso porque podría ser mi hijo (risas). Hay mucha diferencia de edad con algún compañero, pero tengo la misma ilusión que cuando era un chaval. Y tengo la suerte de poder seguir disfrutando en el Mallorca. Un privilegio total.
—¿En qué ha cambiado Xisco Campos en todos estos partidos?
—Cuando era joven era mucho más impetuoso y menos tranquilo. Al final los partidos te dan experiencia y te tomas las cosas de otra forma. Al principio era excesivamente autocrítico y siempre estaba pendiente del resultado. Ahora intento disfrutar otras cosas y hago análisis más objetivos, sin lastimarme demasiado. Era joven y defensa y con cada error me venía un poco abajo. Hoy en día me lo tomo con más naturalidad.
—Al margen del debut en Primera con Cúper. ¿Con qué momentos se queda?
—Todos los partidos de playoff que he disputado son muy especiales, diferentes. Y si la cosa además sale bien lo cambia todo.
—¿El peor recuerdo?
—Con el Nàstic, el partido ante el Llagostera en el que no subimos. Es el más negativo. Por cómo fue todo y por cómo se dio.
—¿Si tuviera que quedarse con un club, al margen del Mallorca?
—El Mallorca es el club de mi vida, pero tuve que salir en su día y estoy muy agradecido a todos los equipos que me dieron la oportunidad. El Nàstic tiene un punto especial. Allí estuve seis años, me sentía como uno más y me trataron fenomenal. Además, mis niños nacieron allí y conservo muchos amigos.
—¿Un compañero?
—Si tuviera que elegir uno me quedaría con Marcos Jiménez de la Espada. Coincidí con él casi toda mi trayectoria en Tarragona. Ahora está en Hong Kong marcando goles y repartiendo asistencias.
—¿Y el que más le ha llamado la atención al tenerlo a su lado?
—Ha habido muchos. Pero uno de los que más me han impresionado a nivel futbolístico es Miquel Àngel Nadal. Me parecía un central de otro nivel. Por calidad, juego aéreo, desplazamiento de balón… Un nivel de locos. Por eso formó parte del Dream Team.
—¿Un entrenador?
—He tenido la suerte de trabajar con grandes técnicos, pero Cúper y Vicente Moreno son de los que marcan. Son recuerdos muy bonitos y muy apreciados.
—Porque ha trabajado con técnicos como Asier Garitano, Javier Clemente, Pedro Munitis...
—He tenido mucha suerte. A Garitano lo tuve en Castellón y ya se veía que sería un gran entrenador, igual que Munitis. Trabajar con Clemente para mí era un orgullo, y más en mi primer año en Segunda. De todos he aprendido muchísimo. En formación también, con gente como Tomeu Llompart o Toni Cazorla, que fueron los que creyeron en mí e hicieron que yo mismo creyera que podía ser profesional. O un entrenador de mi pueblo, Jaume Salas, que curiosamente ahora entrena a mis hijos.
—500 partidos dan para mucho. Entre otras cosas, para enfrentarse en un par de ocasiones al que hoy es su entrenador.
—Así es. Una con el Murcia y otra con el Nàstic, frente al Xerez. Recuerdo que con el Murcia le cubría yo y no marcó, no sé si él se acordará. Los que subíamos lo conocíamos y valorábamos su trayectoria en la categoría.
—Y ha sido compañero del segundo entrenador, Dani Pendín.
—Cierto. Jugué con él en el Castellón y era un cañón, un mediocentro que lo daba todo, con mucha llegada y bastante gol. Me impresionaba mucho su remate de cabeza. Era de los veteranos y el clásico jugador al que tomas como ejemplo, porque era el primero en todo y tenía una ilusión increíble. Cuando me enteré de que venía aquí de segundo me alegré mucho. Ya se veía que vivía el fútbol de manera distinta.
—¿Habrá tiempo para el partido 600 o, al menos, 550?
—Nunca me he marcado cifras y no lo voy a hacer ahora. Seguiré trabajando con las mismas ganas y si tiene que llegar, llegará. Me encuentro perfectamente, así que ya veremos qué pasa.
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