Antonio Raíllo, defensa del Mallorca, se lamenta durante la visita del conjunto balear al Carlos Belmonte de Albacete.

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Más allá de la alambrada de Son Moix, sigue sin salir el sol para el Mallorca. Inclemente en su estadio pero inseguro y quebradizo en territorio ajeno, el conjunto bermellón siguió cosiendo en Tenerife una hilera de resultados con muy poco contenido. En sus seis últimos viajes, la escuadra que dirige Vicente Moreno no ha empaquetado ninguna victoria, ha encajado diez goles y solo ha recogido dos empates tras permitir que se le escurrieran entre los dedos dos encuentros que tenía aparentemente amarrados. Todo un agujero negro que ha recortado el crecimiento de un grupo con dos caras cada vez más visibles. Cada vez más acentuadas.

La noche para esa versión forastera del Mallorca empezó en diciembre. La escuadra insular destapó el mes clavando su bandera en el campo del Reus (0-2) y enganchando, por segunda vez en la temporada, dos victorias que le asentaban en la sexta posición por delante de rivales como el Cádiz, Osasuna o el Oviedo. Luego llegaron dos tropiezos en cadena, pero sobre todo una notable pérdida de altura a domicilio. Si hasta ese momento había sumado 10 puntos de 24 posibles fuera de su estadio, desde entonces su balance se ha desplomado: 2 de 18. Una fase de tinieblas que ha coincidido con uno de los intervalos más exigentes del calendario, aunque también con una imagen muy distorsionada del equipo y con situaciones difíciles de argumentar.

Sin duda alguna, las dos mayores decepciones de la serie han llegado en dos situaciones muy favorables. La última, y puede que a su vez la más dolorosa, el del viernes. El Mallorca coincidió en el Heliodoro Rodríguez con un Tenerife al que le llegaba el agua al pecho, que estaba forzado a ganar para alejarse del fuego y que apenas tenía balas: acumulaba cuatro jornadas sin marcar y era el segundo peor equipo de la liga en goles a favor, solo rebasado por el Nàstic. Además, todo había caído del lado balear. El Mallorca se avanzaba sin demasiado esfuerzo tras un cuarto de hora y disponía de un margen amplísimo para gestionar su ventaja y la ansiedad chicharrera, que crecía por minutos. Por si fuera poco, el segundo tiempo empezaría con otro gran golpe. Un desafortunado tropiezo de Dani Hernández le abría la puerta a Budimir para agrandar la herida y acercar a los de Son Moix a una victoria que luego no se concretaría. Metido en su área la mayor parte del tiempo y sin apenas producción al contragolpe, el Tenerife acabaría alcanzándole en los últimos veinte minutos, repitiendo una historia muy similar a la que había vivido en Cádiz un mes antes, aunque esta vez con un rival de menor tamaño.

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Hasta el hundimiento de Tenerife, el del Carranza era el empate más desagradable del curso. Con un gol de ventaja y un hombre más sobre el tapete desde el primer tiempo, el Mallorca no remató al conjunto andaluz y acabó entregando dos puntos a falta de seis minutos. Una oportunidad gigantesca para delimitar el terreno que se perdía, como la otra noche, a orillas del Atlántico.

Al Mallorca se le empezó a desfigurar el rostro en la última salida de 2018, en plena antesala del parón navideño. Viajó a Gijón a la caza de un golpe de efecto que reforzara su autoridad, pero no llegó a aparecer. Dejó un poso amargo sobre la hierba de El Molinón, perdió el equilibrio y cedió una derrota como visitante dos meses después. El último patinazo en esa dirección lo había sufrido en Granada y en unas condiciones muy diferentes.

El Mallorca cambió de almanaque con la autoestima renovada después de su victoria en casa contra el Nàstic que le había ayudado a seguir flotando no muy lejos de los mejores del campeonato. No obstante, comprobó en Almería que su armadura de forastero era defectuosa y firmó otro partido horrible. Casi igual que el de Pamplona dos semanas después. Salió de El Sadar con el pelo alborotado por el revolcón que le había dado Osasuna y con evidentes problemas para alcanzar el centro de la diana, ya que acababa de encadenar tres jornadas seguidas sin marcar, totalmente en blanco. Una trama muy similar a la que protagonizó luego en Albacete en otro de sus apagones recientes, que se saldó con una clara derrota en el marcador y en el terreno de juego.

Ese mismo calendario que ha puesto a prueba la entereza del Mallorca como visitante le ofrecerá ahora una pequeña tregua. Los de Vicente Moreno no volverán a subirse a un avión hasta el tercer fin de semana de marzo, en el que le espera otro desplazamiento exigente a Las Palmas. Hasta entonces, tendrá dos citas en casa para volver a equilibrar sus dígitos y no perder de vista la estela del playoff. Luego solo faltarán seis visitas al dentista: Córdoba, Soria, Málaga, Tarragona, A Coruña y Almendralejo.