Ortells, que esta vez disponía de más tiempo para planificar, aprovechó los primeros capítulos del mercado para rebajar el peso del vestuario. Desde que acabó el ejercicio anterior, el primer fin de semana de junio, el Mallorca se ha desprendido de nueve efectivos: ocho de los futbolistas que tenía en la plantilla más Jordi Mboula. En cambio, solo ha incorporado a tres. Dos de ellos, Toni Lato y Siebe van der Heyden, para dejar casi cerrada la muralla defensiva —faltaría otro central— y el otro, Omar Mascarell, para mejorar el aspecto de una de las franjas que más cuidados requiere. Sin embargo, y siempre teniendo en cuenta que no haya más bajas, faltan las piezas mayores. Además de los elementos necesarios para incrementar el fondo de armario, el Mallorca necesita un conductor de juego que desempeñe ese rol que antes pertenecía a Galarreta y un jugador ofensivo que se acerque a lo que ofreció Kang In Lee y que se asocie con Muriqi, demasiado solo durante la temporada pasada. Esos dos fichajes, para los que se ha pensado en Sergi Darder (Espanyol) y Cyle Larin (Valladolid), serán cruciales para el nuevo Mallorca.
Ortells vive su cuarto verano como arquitecto bermellón y es muy diferente a todos los anteriores. En el primero, recién llegado y en plena pandemia, tuvo que amortiguar un descenso, buscar entrenador y componer un grupo para regresar a la cima. Y lo hizo fichando a Cufré, Mboula, Murilo, Oliván, Marc Cardona y Amath. En el segundo le tocó afrontar otra gran reforma pensando en la salvación e incorporó a Hoppe, Greif, Amath, Maffeo, Ángel, Jaume Costa, Kang In Lee, Take Kubo, Battaglia y Fer Niño. Y en el tercero, el del año pasado, debía ir un poco más allá en las aspiraciones del club. Algo que consiguió, sobre todo, asegurando las contrataciones de Muriqi y Rajkovic, que se unían a Copete, Nastasic, Kadewere y Battaglia. Ahora le toca subir otro escalón. Con paso firme y en los plazos marcados.
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