El Real Mallorca se ilusiona en Las Palmas

Aguirre había compuesto el primer once de la temporada utilizando solo a uno de los recién llegados, Omar Mascarell, situado en el puesto de ancla y rodeado por Dani Rodríguez y Manu Morlanes. Los otros cinco refuerzos veían empezar el partido desde el banquillo junto a Antonio Raíllo, la gran ausencia de la tarde en Las Palmas. El central, que arrastra molestias en un dedo del pie pero también una seductora oferta del fútbol italiano, le cedía su sitio a Gio González en el muro de los centrales, mientras que los carriles, como en las últimas campañas, seguían siendo para Maffeo y Jaume Costa. Y arriba, Amath junto a Muriqi. Todo según lo previsto, en cualquier caso.

Le costaba al Mallorca romper el envoltorio del campeonato. En toda la primera mitad no le iba a salir una sola cosa bien al conjunto bermellón, que se pasaba los primeros veinte minutos embotellado en su mitad del campo, viendo como Las Palmas amasaba la posesión sin apenas consecuencias y como Copete, poco a poco, pulso a pulso, iba subiendo de revoluciones. Lo curioso es que, en mitad de ese desierto, el que más se arrimaba al gol era el equipo balear. En su única salida de la cueva hasta ese momento y optimizando unos pocos pases. Una valiosa dejada de Muriqi le llegaba de cara a Dani Rodríguez y el Tigre mandaba la pelota al palo derecho del portero.

El fuego que casi prende en un área dio paso a un incendio en la de enfrente. Copete, metido en todos los charcos, pisaba a Sandro en la zona prohibida y aunque el delantero ya se había quitado de encima la pelota y la jugada no tenía más recorrido, las cámaras del VAR lo detectaban y forzaban a García Verdura a ir al monitor. Penalti. Y primer gol en contra, obra de Jonathan Viera.

El Mallorca, que con poco zarandeaba la estructura defensiva de Las Palmas, iba a tener el empate a las puertas del descanso después de otro pisotón que acababa con el cuero sobre el punto de cal, en este caso de Kirian a Amath. Muriqi engañaba a Valles con un zurdazo centrado y potente, aunque la bola se le iba demasiado arriba y hacía temblar el larguero. El penalti fallado por el kosovar no era la última mala noticia del primer tiempo. Amath culminaba una contra rápida y definía bien por abajo, pero no le daba tiempo ni a celebrarlo. El asistente levantaba la bandera y las imágenes demostraban que había iniciado la carrera por delante del último defensa.

Aguirre le daba la vuelta al tablero en el descanso. Incrustaba a Raíllo en el centro de la zaga y a Darder, que todavía no ha hecho un solo entrenamiento con el Mallorca, en la sala de máquinas. Y al de Artà le alcanzaba con un tocar el balón para levantar polvo. En su segunda intervención se apoyaba en Muriqi, que le devolvía un taconazo a Morlanes para dejarlo solo ante el meta.

Solo diez minutos después y ya con el verde inclinado hacia la portería de Las Palmas, entraban en acción Samú Costa y Cyle Larin. El empate era cuestión de tiempo y aparecía otra vez Darder para recordarlo. Primero metiendo un balón en el área pequeña en una falta lateral al que no llegaba Larin por unas pulgadas. Y después desde la esquina, colgando otra pelota bañada en oro que Raíllo cabeceaba con el alma. Un gol cargado de significado, cosido a medias entre el fichaje estrella y el capitán del vestuario cuando a los dos se les seguía la pista con una gruesa lupa.

El Mallorca, muy superior ya a Las Palmas, iba intentar hasta el final meter los tres puntos en la maleta, pero le faltaba ese golpe de fortuna que también se le había negado en la primera mitad. No ganaba, pero tanto el equipo como su afición disponen de un puñado de razones para esperanzarse.