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El Mallorca va camino del desfiladero. El equipo de Aguirre completó en Montilivi una de las funciones más vergonzosas de los últimos tiempos. Un partido impropio de un equipo profesional que abre una brecha considerable en el crédito del grupo y, sobre todo, en la figura de Javier Aguirre. La propiedad, que ha invertido 25 millones de euros para darle al entrenador ese «salto de calidad» que reclamaba, observa con incredulidad el pésimo arranque de un equipo sin propuesta ni ideas que pierde sangre a borbotones.

Javier Aguirre no está dando con la tecla. La categoría de un entrenador se mide por extraer el máximo rendimiento posible a su plantilla. El Vasco, de momento, no solo no está cumpliendo con la máxima de cualquier técnico sino que incluso está devaluando a futbolistas como Darder o Larin que llegaron como cracks y que partido tras partido pierden peso y protagonismo.

La imagen del equipo, que se colgó del larguero en cuanto Muriqi abrió la lata, no se corresponde a la de un conjunto que el curso pasado finalizó entre los diez primeros y que se ha reforzado para mirar hacia arriba. El Mallorca no juega a nada; su propuesta es arcaica, se limita a acumular hombres atrás pero sin defender bien; Darder no sabe qué hacer con el balón y Muriqi es un islote arriba. Aguirre debe revisar sus notas y cambiar antes de que sea demasiado tarde. Rubi, que está sin equipo, lo vio desde la grada... Y el martes viene el Barça.