El Mallorca deambula por Primera División al borde del abismo. Ha conseguido una sola victoria en quince partidos y aún no ha ganado en Son Moix desde que se iniciara la Liga. El equipo suma seis puntos de los últimos treinta o tres de dieciocho si así lo prefieren. Ha marcado un solo gol en los últimos seis partidos y evidencia una falta de puntería más que preocupante. Es el rey del empate, pero parece ya condenado al sufrimiento, a luchar por evitar el descenso.
El Mallorca necesita soluciones y Aguirre continúa buscando el resorte que haga reaccionar a un equipo que no juega a nada. El técnico, con bajas más que importantes, cambió de sistema y pasó a jugar con cuatro defensas, pero un solo atacante -Abdón Prats-. La primera parte fue insoportable, un suplicio infinito que parecía una condena a perpetuidad. El Mallorca tenía mayor posesión que el conjunto vasco, pero no disparó ni en una sola oportunidad entre los tres palos. El equipo está atenazado, nervioso, intranquilo, temeroso, con miedo… El Alavés de Luis García Plaza era mejor, puesto que, además de defenderse con orden, se aproximaba con peligro a la portería de Rajkovic. La segunda mitad fue muy diferente.
El Mallorca pasó a jugar con dos atacantes y Larín fue el escogido para acompañar a Prats. El delantero canadiense tuvo alguna clara oportunidad, luchó como nunca, pero acabó inédito. El equipo superó con claridad al Alavés, pero no supo traducir en goles su mejor juego. Y así acumula una jornada más sin ganar. En fin…
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