Panorámica del estadio de Son Moix desde el nuevo Fondo Norte en el que se ha situado la grada de animación denominada Infern 1916. | Francisco Ubilla

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Necesitaban una jornada así el Real Mallorca y, sobre todo, el mallorquinismo. Una fiesta en condiciones, por todo lo alto, en la que ha sido su casa durante el último cuarto de siglo por mucho que ahora parezca una vivienda de nueva construcción. Un domicilio reformado y moderno en el que se juntaban 21.130 personas para animar en la misma dirección. El resultado era lo de menos y lo que se metiera en la hucha después sería bienvenido. Porque todo el que esté un poco familiarizado con el fútbol sabe cómo suelen acabar estas cosas.

El 13 de enero deja un nuevo surco en el almanaque de la memoria bermellona. Lo ha entendido así la masa social del mallorquinismo, empapada por todos esos mensajes de ilusión y optimismo que ha ido dejando el club desde que anunció, todavía con las campanadas de un cambio de año retumbando, que se embarcaba en esta aventura que durante seiscientos días ha llenado de máquinas, cascos y polvo cada rincón de un estadio que ahora es un motivo de orgullo. El mismo que debieron sentir los trabajadores y responsables de las obras de reforma, ovacionados por el público desde el centro del campo una hora antes de que empezara el partido contra el Celta.

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Lo que erizó la piel de los mallorquinistas se vivió entre las paredes del recinto, pero los alrededores de Son Moix eran un hormiguero desde por la mañana. Con parte del Camí dels Reis cortado para que los más pequeños y sus padres disfrutaran de la amplia oferta de actividades que había programado el Mallorca con la ayuda del Consell, el volcán bermellón erupcionaba pronto. El cráter principal estaba en la tienda oficial del estadio, donde se formaban largas colas y levantaba pasiones la camiseta conmemorativa que iba a lucir el equipo horas después con motivo de la reinauguración y con la fecha grabada en la parte frontal. Pese a su precio (84,99 euros sin serigrafía), la prenda del foc i caliu, que recordaba a la que lució el equipo de Javier Aguirre contra el Rayo Vallecano en la última jornada del curso pasado, atraía el interés de coleccionistas y seguidores más sensibles al márketing.

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Poco después del mediodía ya se palpaba que se habían desbordado los cálculos más optimistas. Apenas quedaban entradas a la venta y el lleno iban a depender de los veinte mil abonados y de los sitios que liberasen.

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Pasaban solo unos minutos del mediodía y un empleado del club corría a la nueva garita de acreditaciones para avisar de que ya se habían agotado los tickets para la paella que servirían después el presidente, Andy Kohlberg (con una bufanda del equipo al cuello) y el CEO de Negocio del club, Alfonso Díaz, en una imagen que recordaba a las del Centenario de 2016, aunque esta vez sin rastro de Fernando Esteso. Al buen ambiente ayudó también la meteorología, muy traicionera durante la última semana.

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Las nubes pasaron de largo y durante buena parte del día lució el sol en Son Moix. La lluvia habría hecho imposible una concentración como la que coloreó los alrededores del campo. Fue un alivio para todos, incluido el propio Alfonso Díaz, que admitía antes de ponerse frente a las cámaras que se había pasado el último mes pegado a la pantalla de las previsiones.

A medida que se acercaba la hora del partido se acentuaban los símbolos (Martin Valjent y Pep Ginard, en representación de la Hermandad de Alfonsinos, izaban una bandera gigante a la entrada del estadio) e iban apareciendo el humo y los Dimonis. Recibían al autocar del equipo entre un pasillo de bengalas, como en los grandes partidos, e irrumpían de las gradas antes de que empezara a rodar el balón para mantener al público encendido.

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Una tarea de la que se habían encargado el speaker Paco Colombàs (sustituyendo a su hermano Jaume en un día tan especial), la DJ Aina Losange y Marc Seguí, que a excepción de algún pequeño problema sin demasiada importancia con el sonido, animó a previa entre los más jóvenes. Se acercaba el momento fútbol y faltaban el ball de bot y la traca final: la interpretacion de La Balanguera por parte de la Orquestra Simfònica de les Illes Balears y del himno del club, con los arreglos de Pau Cladera, la voz de Sahra Lee y un mar de banderas ondeando entre unas gradas a rebosar. Solo faltaba por hablar el balón, aunque a esas alturas diera un poco igual. El nuevo de Son Moix, ahora sí, era una realidad.